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martes, 30 de junio de 2015

Mochila Gorjuss


Otra mochila del panel de Gorjuss.

Tanto tiempo en reposo, pero cuando empecé con la primera, me hice varias de tirón.


Ahora estoy de bajón costuril, no me apetece nada la aguja, espero que se me pase pronto, porque con lo que disfruto....

Así que publicaré menos...

Y sigo coso que te coso... ¿o no?

lunes, 29 de junio de 2015

Relatos de COSOqueTEcoso (XIX)

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Entre puntada y puntada
XIX


Y el caso es que el día no empezó mal. Reme, después de exponer sus dudas sobre Venancio a Gertru antes de ir a dormir, salió muy temprano de casa y se encaminó al mercado de Olavide, sin pensar en otra cosa. Como su madre, ella no podía dejarse nada dentro. Sí, Venancio le gustaba, le hacía tilín como decía Gertru. Pero había algo que no le cuadraba. Con ello en la cabeza, que le pesaba más en el corazón, había estado toda la noche dándole vueltas en la cama. Llegó a la plaza justo cuando los hermanos acababan de bajar del carro los pertrechos para montar el puesto. Venancio la vio venir y la recibió de lejos y con los brazos en jarras.

—Cómo ha madrugado hoy el sol.
—Ya veo que tas levantao galán.
—¿Levantao? Ya ni me acuerdo cuándo. ¿No vendrás a comprar a estas horas?
—No, pa na.

A Venancio, a pesar de que le alegraba verla, le escamó que lo hiciera tan temprano. Algo no andaba bien. Vio la preocupación de Reme cuando ésta llegó a su altura. No tenía la cara tan fresca y la mirada tan limpia que solía tener.

—Algo te pasa, ¿no? Espero que no sea malo.
—No lo sé.
—¿Cuálo? 
—¡Venancio! —interrumpió Joselillo—. Yo sólo no puedo montar el puesto. Déjate de amorios.
—Tu calla y espera un momento, chaval. No ves questoy ocupao —respondió Venancio a las instancias de su hermano. Luego se volvió frente a Reme—. ¿Qué quiés decir, que te pasa algo o que no sabes si es malo?
—Lo segundo… O lo primero. No lo sé.
—Si no me dices…
—Pos que no me lo creo, Venancio.
—¿El qué?
—Que te hayas fijao en mí.
—Como pa no fijarse, mira ésta.
—En eso estamos de recuerdo los dos —soltó con sarcasmo Reme.
—Pero yo no me fijao en ti por lo que tu crees. ¿O es que no te fías del Venancio?
—No lo sé.
—¿Y por qué? ¿Acaso no he sío sincero contigo?
—Sí.
—¿Y no testoy respetando?
—Pos por eso mismo.
—No tentiendo, Reme.
—Mira, Venancio, no sé cómo un mozo como tú, sano, fuerte y no mal parecío, sa fijao en una coja que sólo ha visto un día. Con todos las gachises, como decís vosotros, que hay por el mercao, como mi amiga por el ejemplo… Por eso tengo mis dudas, ¿sabes?
—Yo tampoco lo entiendo, Reme. Y bien es verdá que tu amiga es mu guapa y no tié tara, pero a mí la que me gusta eres tú. Y conste que te visto muchos días en el mercao antes de decidirme a decirte algo. Y si no te lo crees, peor pa ti, mujer. Además, yo deste tema no quiero volver a hablar más. Si tiés dudas lo dejamos y yastá, hasta que taclares o no. Pero, por eso no voy a dejar destar colao por tus huesos. Y que sepas que no sólo me gustan tus andares, también cómo respiras, cómo te peinas, cómo me miras y cómo hablas, que si el menda es un isidro, tu paeces una isidra o peor.
—Pero eso lo vas a echar a faltar. Estoy comprendiendo las letras y hago hasta carigrafía.
—No tandes de rama en rama y contéstame. ¿Quiés dejarlo o no?
—Pero bueno. ¿No habías dicho que no querías volver a hablar más del tema?
—¿Entonces?
—¿Entonces qué? —esta vez fue la Reme la que se puso en jarras.
—Quel menda no va a dejar de mirar a otras gachís questén de buen ver, eh.
—Ni te se ocurra. Como te vea yo tarranco los ojos. Habrase visto el descamao este.
—Oye, guapa, que aquí este gachó no es una merluza.
—Pero sí un merluzo —. Sonrió la Reme ya sin dudas. Cosa que Venancio también notó y aprovechó.
—¿Me das un beso?
—Sí, aquí. ¡Venga, hombre!
—No, aquí no. Aquí —. Venancio se toco los labios con el índice.
—Que te lo has creído.
—Venga, pues aquí —. Esta vez el frutero se señaló el moflete.
—Que no, pesao.
—Anda, que talegrao la mañana.
—Vale, pero pequeño. Y cuando no mire naide.
—Pues como no nos metamos debajo el suelo… Ya me contarás.
—Ven, vamos detrás del carro. Todavía no han venío clientas.
—¿Y tú qué eres?
—¿Yo? Una tonta.
Y se besaron, pero ese beso que iba a ser en la mejilla, gracias al giro de cuello que en el último momento hizo Venancio, fue en los labios. A los dos les supo a gloria, aunque la Reme huyera con su trotar tan curioso. Ninguno de los dos estaba como para notar que alguien les espiaba.

———— o O o ————

S. José de la Montaña. De
artedemadrid.wordpress
Quiso el azar que el teniente Benavides hubiera de salir a la misma hora que su mujer esa misma mañana. Esta vez no iba vestido con su traje de gala, sino de calle. Ella repetía color, el negro para variar. Él a un asunto de renovación de credenciales. Ella a la misa diaria que oía en San José de la Montaña, iglesia de reciente construcción, en la misma calle Españoleto esquina a la de Fernández de la Hoz. 
Y quiso el azar que a esa misma hora saliera a comprar el pan Gertru para el desayuno que precedía a la jornada de trabajo de las tres porteras del inmueble.
Al oír pasos más rápidos que los suyos, el teniente Benavides miró hacia atrás y vio a la joven, y, a mitad del largo descansillo, la dejó pasar con una inclinación de cabeza, a la que ella respondió con un tenue “buenos días”. Saludo que él no oyó, pero su mujer sí. Doña Elvira se volvió a su vez y todo el odio que acumulaba le inundó la sangre y las entendederas, y se le vino a la boca.

—Buenos días, señora.
—Pero… ¿Pero cómo te atreves siquiera a saludar, engendro maligno? —contestó airada doña Elvira.
—¿En qué maligno?
—Bien me entiendes, víbora.
—Señora… protestó Gertru sorprendida por los insultos.
—Ni señora. Ni gaitas. ¿No tenías bastante con engañar a tu novio con el pobre señorito Luis?
—Señora, yo no he engañado a naide —respondió la Gertru, pero la dama ya no escuchaba.
—No, no tenías bastante, ¿verdad? Has tenido que manchar el honor de un hombre honesto y temeroso de Dios. Pero no te saldrás con la tuya. El Arcángel San Gabriel vendrá con su espada y matará el mal que anida en ti, mujer del demonio.
—Señora, yo no le he hecho nada a usté—dijo medio llorando la pobre Gertru.

Y quiso el azar que doña Elvira pusiera su dedo índice entre la clavícula y el pecho de la joven y gritara:

—¿Qué no me has hecho nada, que no me has hecho nada? Has hecho añicos…

Y quiso el azar que la Gertru diera un paso hacia atrás sin que se percatara de que estaba al final del descansillo. Perdió pie y rodó escaleras abajo. Doña Elvira ni se inmutó. Miró a su marido y como si no hubiera pasado nada, comenzó a bajar por donde la embarazada rodara. Cuando llegó al siguiente rellano, salvó el cuerpo tendido y siguió su camino. Para ella ir a misa era sagrado y no podía llegar tarde, y menos por una mujer perdida. El teniente no creía lo que veía, después de estar en el frente y vivir lo que había vivido no daba crédito a lo que había visto su único ojo. Trató de gritar pero no pudo. Trató de correr pero no pudo. Trató de llorar pero no pudo. Perdió el bastón y se arrastró con mucho esfuerzo hasta la puerta vecina, donde, tendido todo lo largo que era, golpeó una y otra vez  hasta que ésta se abrió. Servanda tardó unos instantes en ver quién había llamado. Y con un “dios mío” suspirado continuó con un grito:

—¡Don Mauro, acuda”.

El llamado apareció rápido en el recibidor, en mangas de camisa sin gemelos y con el cuello desabrochado.

—¿Qué pasa, Servanda?
—El vecino. Mire.

Entre los dos consiguieron levantar al caído y Servanda le alcanzó el bastón que yacía en el suelo. Pero el teniente hacía toda la fuerza posible por no entrar en la casa. Agarrado al pomo de la puerta, extendía el bastón hacía la escalera y soltaba unos sonidos por la boca como si se estuviera ahogando, mientras negaba insistentemente con la cabeza.

—Pero, hombre de Dios, pase, pase, que tenemos que ver si está usté lastimao. 

Era imposible mover aquella mole que se negaba a avanzar. Es más, don Jacinto consiguió retroceder y volvió a perder el equilibrio. Apunto estuvieron los tres de rodar también por las escaleras. Pero Servanda y su señor consiguieron rehacerse y erguir al mutilado antes de que cayera de nuevo.

—Espera, Servanda. Yo creo que este hombre nos quiere decir algo.

Las negativas de cabeza se trocaron en afirmaciones y los gemidos guturales también.

—Trae algo para escribir, Servanda. Corre.

Escribvanía de plata.
De escafoides blogspot com es
Entonces sí entró el teniente en casa del vecino, quien le guió hasta el comedor y le sentó frente a la mesa. Al momento el ama apareció con una escribanía y unas hojas de papel.

—Escriba, escriba, don Jacinto animó don Mauro.

Con mano temblorosa el teniente comenzó a escribir. Don Mauro, situado detrás del escribiente, leía según aparecían las palabras sobre el papel. En un momento determinado dejó de mirar el papel, dio un brinco y salió corriendo hacia la escalera. Servanda le siguió con la mirada, se acercó y miró por encima del hombro del vecino, como si pudiera leer, pero lo que vio fue cómo éste dejaba la pluma, reposaba la cara entre las manos y comenzaba a sollozar.

—Dios mío. ¿Pero qué ha pasao? —. Servanda, de pie, abrazó la cabeza sollozante y trató de consolar, de alguna manera, a aquel hombretón que no dejaba de convulsionarse por los sollozos. 

La escena era digna de que José Pinazo Martínez(1) la inmortalizara. 

———— o O o ————

—¿No has oído un ruido en la escalera, Cirilo?
—No.
—Pues a mí me lo ha parecido. En fin... De todas formas, como te decía, todo tiene que ser cuando a ti te viene bien. Eres cuadriculado.
—¿En qué quedamos, Carmina, soy cuadriculado o anárquico?
—Déjame, que no tengo tiempo para pensar ahora. Y no se te olvide que me tienes que arreglar el bastidor pequeño. Y ya deberías haber salido a comprar, yo no puedo hacer todo sola.
—Ya voy mujer, se me acababa de ocurrir una idea para el vestido de la marquesa.
—O sea, que es más importante tu cuadro, que es en lo único que piensas , que la comida. Y luego querrás comer a la hora de costumbre, también impuesta por ti. Bueno, voy a ponerme a bordar con el bastidor grande, quiero acabar cuanto antes la flor que tengo empezada. Ven, a ver si te gusta, anda. Después de alabar la flor bordada de su mujer, que en realidad era una obra de arte porque doña Carmina tenía unas manos de ángel para el bordado, don Cirilo dejó a un lado el realce del brocado en su pintura y se centró en el arreglo del bastidor. Si hubiera optado por la compra hubiera sido, acaso, testigo del incidente que se producía en las escaleras del inmueble. Pero no fue el caso, ya que esa mañana se libraría de la compra, pero no de la reparación del dichoso bastidor. 
 
———— o O o ————

El teniente Benavides se calmó, miró agradecido a su compañía y salió  con dificultad pero decidido hacia su casa. A Servanda le impresionó la lividez del rostro deformado de aquel hombre que parecía más que abatido. Antes de girar la llave, don Jacinto se volvió lentamente y levantó una mano en señal de adiós definitivo al ama que, con gesto compungido, aguardaba en el umbral de su puerta, agarrada al marco. Terminó por entrar y cerrar muy suavemente. Servanda dejó la puerta abierta, pero antes de ocuparse de lo que la preocupaba, se asomó para ver lo que había pasado. Luego se apresuró para asegurarse de que Juanín seguía dormido. Había pasado mala noche y no había querido levantarle a la hora de costumbre.
—Angelitos —musitó y dejó entornada la puerta del dormitorio.


———— o O o ————

—¿Está…? ¿Está…? —balbució la Reme sin acabar de hacer la pregunta que no le salía. Don Mauro giró la cabeza y con lágrimas en los ojos negó con la cabeza—. ¡Ay, dios mío! —suspiró al acercarse a su amiga. ¿Voy a casa del doctor Ullastres? —el mudo terminó por afirmar con otro gesto negativo.
—No, espera. Le llamaré por teléfono, se lo acaban de instalar. Será más rápido —rompió su silencio don Mauro.

Intercambiaron el sitio y el hombre subió velozmente las escaleras, por lo que no pudo ver el charco de sangre que se iba formando bajo el cuerpo inerte.

—No te vayas Gertru, no te vayas. ¿Con quién voy yo a volcar el talego(2), chiquilla? Nos hemos jurao que nunca nos separaríamos. No magas esto —. Reme al igual que hiciera don Mauro, acariciaba con cariño y mano temblorosa la cara de Gertru—. No me dejes. El Venancio me quiere de verdá, Gertru. Lo he visto en sus ojos al besarme… Porque ma besaó… Y en los labios, el muy sinvergonzante. Ma hecho trampa… Pero no ma importao… Detrás del carro… —farfullaba nerviosa la Reme—. Venía tan contenta para contártelo. Así se las encontró don Mauro al volver a bajar.
—Ya vienen.
—¿Pero qué ha pasao, don Mauro?
—No lo sé, Reme —. Y don Mauro le relató el incidente con el vecino—. Es todo lo que sé. ¿Respira, verdad?

La Reme acercó su mejilla a la boca de su amiga y esperó. Sin retirarse contestó que sí.

—Sí, yo creo que sí. Pero el doctor…
—No, él viene, pero me ha dicho que antes llamaba al hospital o a la casa de socorro. No le he entendido porque he colgado el teléfono sin esperar a oír su respuesta completa. 
—¿Ha visto usté la sangre?
—Sí, Reme, cuando he vuelto. Tranquila, solo nos queda esperar, nosotros no podemos hacer nada, tan solo acompañarnos.

———— o O o ————

Al rato y jadeante, llegó don Luis con su maletín de primeros auxilios. Y llamó desde el portal.

—¡Mauro!
—Aquí don Luis, aquí.

El médico subió las escaleras.

—No, no te quites, sujétala tal y como la tienes cogida, chiquilla. Si puedes, desabróchale la blusa, por favor —ordenó el doctor mientras asía de la muñeca a Gertru. Miró su reloj y tras unos instantes confirmó que el pulso era un poco bajo. Después auscultó a la accidentada—. Ahora, déjala cuidadosamente sobre el suelo—. Con dificultad, pues el descansillo no era muy grande, el doctor Ullastres comprobó la movilidad del cuello—. A ver, ahora levántale la falda, Reme —. La cara que apareció tras la falda, después de que el médico se asomara a donde ningún otro hombre se había asomado, ni siquiera el señorito Luis, no presagiaba nada bueno—. Mucho me temo que… Pero esperemos, ya tienen que estar al llegar.
—¿Quién? —preguntó inquieta la Reme.
—He pedido una ambulancia. Ya en el hospital se hará una evaluación más detallada de los daños, que los ha habido, de eso estoy seguro. No puedo deciros más, salvo lo que ya sabéis, que está viva. 

En esos momentos oyeron que alguien subía. Era doña Elvira que volvía de misa.

—Buenos, días, caballeros —saludo que excluía a las damas—. ¿Todavía sigue aquí ésta? —preguntó despectivamente, ante la sorpresa de todos, que no respondieron—. Bien, ¿me dejan ustedes pasar? Gracias. A ver si no me mancho el vestido… Don Mauro ofreció una mano que doña Elvira miró pero no usó. Entonces, los dos caballeros que permanecían de pie se hicieron a un lado y se miraron ante la actitud de la mujer. El sonido de la puerta al cerrarse les sacó de su aturdimiento.
—Esta mujer… —fue el comentario incompleto de don Mauro.

———— o O o ————

—¿No me digas que no has ido, Jacinto? —su marido negó con la cabeza y con la mirada perdida—. Y seguro que ha sido por esa cualquiera —. Doña Elvira oyó ruidos en la calle y se asomó al balcón sin abrir las puertas.— Una ambulancia, como si lo mereciera. No sé donde vamos a llegar. Nuestro Manolito no tuvo tanta suerte. Tuviste que llevarle tú en brazos… Y mírate ahora, no vales para nada. Mejor hubiera sido que te hubieras muerto tú en vez de nuestro pequeño… ¿Qué, no dices nada…? ¿Pero qué vas a decir? Si no puedes. Llevo sumida en tu silencio yo no sé el tiempo, inmersa en una vida que amarga más que los pobres. El único consuelo que encuentro es Dios. Ése que se olvidó precisamente de nuestro hijo, por más que se lo pedí. Yo también tengo delito. El dolor que me embarga no sirve a nadie, ni para nada. Todo mi ser estaba preparado para ser madre y esposa abnegada. Y ni lo uno, ni lo otro. No sé qué pecado he cometido para merecer esta penitencia disfrazada de pena infernal. Mírate, no sirves siquiera de consuelo. Dios no me habla, tú no me hablas y don Valentín sólo repite en el confesionario una letanía que ya me suena huera: Resignación, doña Elvira, resignación. Resignación, ¿para qué…? ¿para sufrir en silencio… y sola? ¿Para rezar por las noches asida al relicario que contiene lo único que me queda de mi pequeño? ¿Por qué sigues tú aquí? Inútil para todo y para todos… ¿Y por qué se lo tuvo que llevar a él? Maldita gripe, y maldita guerra. Malditos todos y maldito quien me robó a mi hijo y a mi marido. Maldita la vida y maldita la muerte. Maldita esta casa y malditos estos muebles. Maldito el presente y el futuro. Y maldito el vientre de cualquier madre… Esta sociedad nuestra sólo genera alimañas que nos llegan de la mala vida, delincuentes que corroen nuestra moral y con los que habría que acabar como ratas inmundas a golpes de bayoneta como tú hacías con esos mulatos cubanos(3)

Cuando empezaron las maldiciones de su mujer, el teniente Benavides ya sabía que su esposa no hablaba con él. Salió lentamente del comedor, donde aquélla seguía con sus maldiciones y lloros. Al poco volvió, al cinto su pistola reglamentaria y su sable, y tocado con su gorra de teniente. Doña Elvira continuaba con su monólogo, vertía por su boca todo el odio y la amargura acumulada en años. Seguía con la vista perdida y húmeda apoyada la frente contra el cristal de la puerta del balcón. Don Jacinto desenvainó el sable y, antes de empuñarlo, se santiguó.

—¿Y ahora qué ruidos haces? —preguntó al volverse la mujer. Y su marido, apoyado en la mesa le asestó un sablazo que atravesó de parte a parte aquel cuerpo menudo que cayó de costado ya sin vida. Con gran esfuerzo arrancó de un tirón el relicario que nunca más colgaría del cuello la madre de su hijo, se apoyó contra la mesa, y con la joya asida en la mano izquierda, usó la derecha para descerrajarse un tiro en la boca. Su cuerpo también llegó al suelo sin vida.

———— o O o ————

—No, voy yo. Usté no está ni vestío. Yo no la dejo, don Mauro. Haga usté lo que quiera, pero yo voy con ella —se cerró en banda Reme.
—Sea.
—Dígaselo a mi madre, por favor.
—No te preocupes. Yo iré ahora mismo, en cuanto termine de vestirme.

Según subía la escalera, don Mauro escuchó una detonación. No supo de dónde venía, pero entró en casa a la carrera sin cerrar siquiera la puerta. 

—¿Está usted bien, Servanda?
—Pero no lo ve, señor.
—¿Y Juanín?
—Todavía duerme. Ha pasado una…

Don Mauro dejó con la palabra en la boca al ama y se precipitó hacia la alcoba de su hijo. A través de la rendija de la puerta, vio al pequeño que se movía y oyó que llamaba. Entró, descorrió un poco las cortinas y le cogió. Después se sentó en la cama y se abrazó a él, y comenzó una letanía con el nombre de su hijo. Aquella palabra repetida encerraba un amor del que don Mauro fue consciente en ese momento y por primera vez, y que llegó al pequeño con toda la fuerza del cariño.

—Juanín, Juanín —meció al mimoso que se apretaba contra él—. Juanín, Juanín.
—Papi.

El disparo también lo oyó Hipólito, un joven periodista que con cámara al hombro, se dirigía al palacete de los Marqueses de Terol, en la calle Zurbano, a realizar un reportaje gráfico para el Heraldo de Madrid, ya que esta familia daba esa noche una fiesta de presentación en sociedad de su hija mayor. El joven, descolgada la cámara y curioso, atisbó por el hueco de la escalera y vio luz en el rellano del primero. Con cierto sigilo subió las escaleras. En ese momento, casi todo el vecindario se echó a la escalera, por eso el periodista pasó desapercibido.

—¿Han oído ustedes?
—Sí, yo creo que ha sido un disparo.

Nadie sabía nada, pero todos opinaban. Al final, por descarte, porque eran los únicos que no habían salido a la escalera, decidieron llamar en el primero izquierda, sugerencia hecha por don Cirilo que parecía el más sosegado. No contestó nadie. Y don Mauro informó de que tenía que estar doña Elvira porque la había visto subir y entrar en su casa. Y Servanda aportó el dato de que al marido le había visto entrar ella pocos minutos antes, y doña Carmina contó que le había parecido oír esa mañana un golpetazo en la escalera. A partir de ese momento todo se precipitó y la noticia corrió como la pólvora. Esos acontecimientos serían bautizados por los periódicos como el Crimen de la calle Españoleto.

 De taringa.net
—¡Heraldo de Madrid, el horrible Crimen de la calle Españoleto! ¿Señor, periódico? —gritaron por la tarde los vendedores callejeros de prensa vespertina. De la verdad objetiva, que no existe, a los hechos volcados en negro sobre blanco, existió la misma diferencia que entre Gertru y doña Elvira. Sólo coincidieron en la verdad más absoluta que conoce el ser humano, en este caso, la muerte de don Jacinto Benavente Melquiades, teniente mutilado de los coraceros del Rey y su esposa, doña Elvira Campos de Zúniga. Del accidente sufrido por una modistilla ni una línea, la Gertru sólo importaba a quien la quería. Para qué más.

[Continuará]



(1)José Pinazo Martínez (Roma, 1879 - Madrid, 1933) fue un pintor precoz español nacido accidentalmente en Italia, hijo a su vez de pintor, y que obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915 por su cuadro Floreal. Fuente museodelprado.es.
(2)Volcar el talego: “loc. verb. coloq. Desahogarse contando algo”. DRAE, locución incluida en 1989.
(3)Aquí, doña Elvira refleja el sentir de las elites respecto a las clases bajas, el lumpen, resumido en el concepto de “mala vita” importado de Italia y que tanta literatura generó en aquella época. En el estudio que se cita podemos leer: “el discurso moralizador fue reforzado por la irrupción del degeneracionismo, que en sus diferentes interpretaciones, contribuyó a biologizar los problemas sociales, naturalizando su origen, alejando las explicaciones socioeconómicas y criminalizando los comportamientos desviados. Surgirá así una copiosa literatura escrita desde la psiquiatría, la criminología y el higienismo que coincidirá en estigmatizar a las clases populares construyendo un imaginario sociocultural de éstas como peligrosas”. Fuente: POBRES, ANORMALES Y PELIGROSOS EN ESPAÑA (1900-1970): DE LA “MALA VIDA” A LA LEY DE PELIGROSIDAD Y REHABILITACIÓN SOCIAL, Ricardo Campos, Instituto de Historia, CCHS, CSIC, mayo, 2014. 

domingo, 28 de junio de 2015

Letra Jota masculinizada de Vanessa Ouache

Empecé este blog con el espíritu de compartir, era lo menos que podía hacer con todo lo que había aprendido de vosotros.

Pues bien, el otro día, Elena me pidió la letra Jota masculinizada (ella, como es así, quería pagar el diseño), he pedido permiso al autor (en esta caso, mi Jc) y, por supuesto, está encantado de compartirla.

Yo ya la he usado en un cojín, precisamente para él.

Anda, que os la enseño, por si no os apetece pinchar en el enlace.



Como podéis apreciar, también está la letra ce que, para no hacer más larga la entrada, la publicaré en otro post.

También está la letra ge publicada, y, la A que también os la pasaré.



Poco a poco, si tenéis paciencia, nos iremos haciendo con las letras en masculino, que, con lo difícil que es regalar a los chicos, nos pueden servir para tener un detalle con ellos.

Y sigo coso que te coso...

sábado, 27 de junio de 2015

La Ge de Gloria de Vanessa Ouache


Después de hacer la ele de Lola de Vanessa Ouache, pensé que, quizá, también sería de recibo que la biznieta Gloria tuviese un recuerdo de los hilos de su bisabuela.

A ello me puse, y le hice otra bolsita en lino de 23 cm. (ancho) x 24 cm. de alto.



Son hilos de seda para bordar, quizá no lo más apropiado para "siluetear", cuesta mucho pero no queda mal.

Sé que también le gustó y espero que le acompañe y le traiga buenos recuerdos.

Hay que ver lo que me gustan las letras de esta diseñadora!!!


He pensado que, poco a poco, voy a hacer todas, quizá para un quilt.... lo de menos es para donde, lo importante es disfrutar haciéndolas.

Y sigo coso que te coso...

viernes, 26 de junio de 2015

Mochila Gorjuss


Hay que ver el tiempo que he tenido aparcado el panel de las Gorjuss, pero como soy costurera compulsiva, cuando hice la primera, ya fue un no parar...

Ésta la he combinado con una tela de algodón de estrellitas, y para el interior un vichy en marrones.


Se me están acabando las etiquetas, voy a tener que pedir otra remesa.

Y sigo coso que te coso...

jueves, 25 de junio de 2015

La ele de Lola de Vanessa Ouache


Cuando me regaló Lola los hilos de bordar de su abuela, enseguida pensé que tenía que estrenarlos con algo para ella.

Su inicial con la letra de Vanessa Ouache, en una bolsa de lino, era una idea.

Me apetecía estrenar el dorado, y mejor estrenado no pudo ser.

Se la dí en la kedada del Retiro y Lola, como es tan tierna, se emocionó.

Ahora a disfrutarla!!!

Las medidas son 24 x 24 cm.
Para el culete, los cuadrados son de 2,5 cm.
Para el pasacintas, dos tiras de 5 x 24 cm.

La tela para el forro, 24 x 23 cm. (siempre 1 cm. menos de alto)

El tutorial para la bolsa forrada, aquí.

Y sigo coso que te coso...

miércoles, 24 de junio de 2015

Los regalos de la kedada

Bueno, aquí una reportera profesional (donde?), hubiera hecho fotos de todos los regalos, pero no es el caso.

Pondré primero el que me tocó en suerte y, que casualidad, otra vez de Lola, aquí podéis ver el anterior.

Una tela de lino, divina de la muerte, con cinco paneles a cual más bonito, quiero usarlos todos con algo que se me ocurra, que no estoy yo en mi momento más creativo.



Ah!! y casi no se ve, pero en la parte inferior derecha hay una boquilla, ¿será una pista? Esta Lola está en todo....

El mío fue a parar a Marta, menos mal, porque a mi me gusta regalar "mis diversos" y mejor que no le toque a la misma...


Siempre dentro de una cesta, detalle de la casa...

Y ¿qué había?



La verdad es que me ha dado por hacer fotos en el jardín y se ve poco porque el sol no para quieto, pero bueno, como ya los conocéis había: una funda para el abanico (me encantó que Marta la estrenara en el momento), un tarjetero, una mini funda para pendientes, una funda para pañuelos y el misterio entre las cosas del regalo de Yolanda, un posa copas.

Que sepáis que ya estamos preparando la siguiente....

Gracias a todas, para mí fue un día muy especial de recargar pilas.

Como hoy es el día de San Juan, felicidades a todos los Juanes y Juanas, incluído Jc.

Y sigo coso que te coso...

martes, 23 de junio de 2015

Kedada en el Retiro

Preparamos con tiempo la Kedada en el Retiro, y acudimos todas como niñas, nerviosas e ilusionadas.

Es cierto lo de que no es necesario romper el hielo, porque no lo hay.

Es verdad que nos comportamos como viejas amigas aunque apenas nos conozcamos, o simplemente sea la primera vez que nos veamos....

Flota en el ambiente un espíritu de camaradería que no sé si sucede en las kedadas de personas de otros hobbies (tampoco me importa).

El entorno, para las que no seáis de Madrid, o no lo conozcáis, no puede ser más idílico.

En total, fuimos 8 blogueras y los dos niños de Elena que no se pudieron portar mejor, que niños más educados, por favor!!!

Como no todas podían estar todo el día, hubo grupo de mañana y de tarde.

Aquí una foto del grupo de la mañana:


Si clickais en la foto, nos podéis ver con más detalle, aunque tampoco es necesario.

Somos, de izquierda a derecha:



Beatriz del Ajuar de Beatriz

Yo



Aquí una foto "en plena faena"


Por la mañana, intentamos hacer un porta dedal, pero las chicas se me revelaban continuamente... que había que trabajar mucho, que cuantas piezas, que cuanto trabajo.... tenía que haber sido más dura con ellas, me faltó carácter...

Charo y Elena se tuvieron que marchar y sacaron del saco mágico los regalos del amigo invisible:


A Elena le tocó el regalo de Isabel, una pasada, y a Charo el regalo de Elena, precioso. En el post de Elena, podéis verlos con más detalle.

Y llegó la tarde, y con la tarde se incorporaron

Marta FF de Marta y sus labores, y


Esta foto la sacó Lola, por eso falta ella


La primera de la izquierda es Marta FF (a las otras ya os las he presentado antes)

Y, en la siguiente ya estamos el grupo de tarde con Lola en el centro, entre las dos Martas.



Por la tarde hicimos un monedero papirofléxico que nos dirigió Beatriz, mucho más sencillo y apropiado para la kedada que el porta dedales que se le ocurrió a la de CosoQueTeCoso, nada que ver.... 

Y, después, una flor (también un poco papirofléxica) que propuso Isabel y que con Marta FF y sus telitas cortadas pudimos hacer.

Como hubo mejores maestras en el grupo de la tarde, pudimos hacer más cosas, nada que ver con la de la mañana....

Pero las risas, ni os podéis imaginar, yo a estas horas estoy sin voz (voto, sólo en las urnas).

Luego, tampoco nos marchamos a la vez, cada una a su ritmo...

Yo me quedé la última por si acaso cortaban trajes que uno no fuera el mío.

Los regalos de amigo invisible, los dejaré para otro post que la entrada es muy larga.

Muchas gracias a todas, a las que ya conocía y a las nuevas, el día se me pasó volando y me hicisteis muy feliz. Gracias.

Si no podemos quedar antes, la próxima cita será en Creativa, habrá un antes y un después de la Feria.

Casi me arrepiento de haber puesto las fotos, sería mejor ir de incógnito, que hay mucha "gamberra" en el grupo.

Y sigo coso que te coso...

P.D. No me he dado cuenta y he puesto mi logo en casi todas las fotos y no son mías, me he dado cuenta al insertarlas, espero que no os importe. Perdón, pero ahora me da pereza trabajarlas de nuevo.

lunes, 22 de junio de 2015

Relatos de COSOQUETECOSO (personajes)

Entre puntada y puntada
PERSONAJES (en orden alfabético)
(Idea de Ligia - Correcciones Ayra)
Última actualización: 16/02/2016, 12:47

Leyenda:
En rojo. Protagonistas.
En azul. Personajes destacados.
En negro. Personajes secundarios.


Adela. Mujer de don Mauro fallecida en la epidemia de gripe de 1918-19. Madre de Juanín.

Agustín Redondo Garci, don. Nuevo vecino del 1º de Españoleto izquierda. Casado con doña Agustina.


Agustina de Mirasaltas, doña. Nueva vecina del 1º de Españoleto izquierda. Casada con don Agustín.

Amelia. Amiga de Carmina que juega con ella al guiñote, compañera de Beatriz.

Anselmo, el. Se cree novio de Gertru.  Un gachó un tanto macarra y mujeriego. De profesión ladrón, especialidad: “tomador”. Joven. Guapo y rubio, le llaman “el querubín”. Vive en Palafox 11 – 4º buhardilla. Para mucho en la taberna del Cabezón, en Cardenal Cisneros.

Antón. Secretario de don Mauro en la fábrica de chocolate. Es menudo. Está casado con Rogelia y tiene un hijo, Rafael.

Balín (Federico). Aprendiz/recadero de la fábrica de don Mauro. Muy veloz, de ahí su apodo. Le gusta mucho correr. Huérfano de padre. Su abuelo sirvió al padre de don Mauro. Amigo de Joselillo.

Basilio, don. Marido de Esperanza, Espe para las amigas. Amiga de paseos de doña Carmina.

Bea, Beatriz. Amiga de Carmina que juega con ella al guiñote, compañera de Amelia. Tira las cartas.

Beltrán, comandante. Amigo de don Mauro. Abogado del Cuerpo Jurídico del ejército de Tierra.

Bernarda. Clienta de Venancio, de la plaza de Olavide.

Candela de Utrera, doña. Amiga de doña Carmina, casada con don Carlos Utrera.

Candelas, hermano, alias hermano Durmiente. Profesor de Joselillo en los Maristas. Es un pachorra, comilón, distraído, entrado en años que se queda dormido en clase, por eso le apodan así.

Carlos (Utrera), don. Marido de Candela, amiga de Carmina.

Carmen. Vecina del barrio de Chamberí.

Carmina, doña. Vive con su marido Cirilo en el 2º izq. de la c/Españoleto, 4.
Dos hijos mayores Israel el menor, Javier el mayor.

Carmiña, señora. Dueña de la pensión donde se hospeda Antón en Villaviciosa, Asturias.

Casta (Guerrero), la señora. Madre de Reme y esposa del señor Jesús.

Casto Lázaro Garcia, hijo mayor de Venancio y Reme.

Cayetano (Mínguez). Inspector de policía en Cuenca y ex rival amoroso de don Mauro cuando cortejaban a Adela, mujer difunta de este último.

Celedonio, tío. Porquero. Dueño de los cerdos de Pozuelo que se comen lo que se estropea y no venden Venancio y Joselillo.

Celia. Vecina de Rogelia y Antón, secretario de don Mauro. 

Cirilo, (Garcipérez). Vive con su mujer Carmina en el 2º izq. de la c/Españoleto, 4. Pinta y lee. Dos hijos mayores Israel el menor, Javier el mayor. Un poco socialista.

Conrado. Padre de susana, fallecido.

Consuelo, doña. Jefa de la casa-taller donde trabaja Reme. Viuda de un sargento, gordita y golosa. Vive en c/Zurbarán, 29, 2º. Sueña con pertenecer a la alta sociedad. Egotista, le gusta saber más que nadie de los ecos de sociedad para contarlo a sus amigas y que la admiren. Celebra un party cada sábado con otras como ella.

Cornelio (Lázaro García, el Rana). Padre de Venancio y Joselillo. Marido de la Lorenza. Hermano de tío Eliseo. Desaparecido. Venancio le conoció, Joselillo no.

Covadonga. Cocinera bar de Oviedo.

Eliseo (Lázaro García), el tío. Tío de Venancio y Joselillo. Se quiere quedar con todo. Explota a los hermanos. Carácter fuerte. Labriego. Maltrata a Joselillo.

Elvira (Elvira, Campos de Zúniga), doña. Esposa del teniente Jacinto Benavides. Es una mujer amargada. Siempre viste de negro y siempre lleva un relicario con un rizo de su hijo muerto durante la epidemia de la gripe del 18-19.

Ernesto. Vecino y amigo necesitado de Rafa, Rafita.

Esperanza, doña, Espe para las amigas. Amiga de paseos de doña Carmina. Casada.

Eulogio, don. Casero del inmueble de Españoleto 4.

Feliciano. Chófer de Antón en sus aventuras por Asturias. Tiene un Ford A.

Felipa (Alcántara), doña. Amiga de don Cirilo y doña Carmina. Casada con Fermín. Tiene un hijo. Aragonesa, juega al guiñote.

Felipe, don. Guardia municipal (guindilla). Marido de Julia, la portera. 

Fermín (Alcántara), don. Amigo de don Cirilo y doña Carmina. Casado con Felipa. Tiene un hijo.

Francisco, don. Marido de doña Esperanza, la amiga de paseos de doña Carmina. 

Frascasio, tío. Vecino de Pozuelo de Alarcón. Dueño del olivar.

Froilán. Camarero bar de Oviedo.

Galindo, el cabo. Destinado en el cuartelillo de Aravaca, junto a Pozuelo de Alarcón.

Genaro. Operario de la fábrica de don Mauro, casado con Matilde y con un hijo, Gabriel. Viven en la calle Jordán.

Gertru, (Gertrudis Méndez Uría), la. Venida a Madrid de un pueblo de Asturias de muy chica. Criada de doña Virtudes, la cual la echa de casa. Amiga de Reme.

Godofredo, alias Gordofeo. Obrero de la fábrica de chocolate de don Mauro.

Güe. Buey propiedad de Xiana y Queitana, padres de Gertru.

Hipólito (Flores). Periodista gráfico del Heraldo de Madrid.

Isidro. El cartero. Cotillea con la Julia, la portera.

Israel. Hijo menor de Carmina y Cirilo. Trabajo en un banco.

Jacinto (Benavides Melquiades), don. Vive en c/Españoleto 4, 1º izqda. Mutilado en el atentado de Alfonso XIII. Cojo, mudo y tuerto, usa muleta. Teniente del cuerpo de Coraceros del rey.

Javier. Hijo mayor de Carmina y Cirilo. Es arquitecto.

Jesús (García), el señor. Padre de la Reme y marido de doña Casta.

Jesus Lázaro García, hijo mediano de Venancio y Reme.

Joaquín, don. Marido de Rosario que se la juega al julepe según cuenta doña Carmina. 

Joselillo (José Lázaro Ulecia). Hermano adolescente de Venancio. Al contrario que su hermano es enclenque, blanquecino, de ojos y pelo negros. Le gusta correr como a Balín. El tío Eliseo le pega. Es goloso. Y Venancio es el único que le llama José.

Juanín. Hijo de don Mauro y Adela. 3 años. Tímido y retraído.

Julia. Portera de la casa de doña Virtudes sita en Luchana, 22. Cotilla. Cincuentona. Mujer de un guardia municipal (guindilla) don Felipe. Portera de doña Virtudes y del señorito Luis. Tía de Susana.

Julián. Hijo mayor de Servanda. Muerto en la guerra de Cuba.

Justino. Número, guardia civil del cuartelillo de Aravaca, junto a Pozuelo de Alarcón.

Llara. Cuñada del camarero del bar de Oviedo. Tiene una pensión.

Lorenza (Ulecia). Madre de Venancio y Joselillo. Mujer de Cornelio, desaparecido. Enfermiza. Cuñada de tío Eliseo.

Lorenza Lázaro García, hija  pequeña de Venancio y Reme.

Luis (Ullastre), don. Doctor. Amigo de don Mauro. Socio del Casino de Madrid. Pasa consulta en c/españoleto junto a los telares.

Luisito, señorito Luis. Hijo de doña Virtudes Miralles. Es un calavera. 

Luisa, doña, Luisi para las amigas. Amiga de paseos de doña Carmina.

Macarena, doña. Amiga de doña Consuelo.

Manolo, el Garzo. Vecino de Pozuelo de Alarcón y de Huerta Baja, huerta de tío Eliseo, Vanancio y Joselillo. Él vive en Huerta Alta.

Marcela. Asistenta por horas de doña Carmina y don Cirilo.

Marcial, don. Padre de don Mauro.

Marciano, don. Cura amigo de la señorita Pepita, no está activo en la enseñanza.

Marcos. Sereno de la c/Españoleto. Gallego.

Margarita. Dependienta de la mercería de Covarrubias donde compra Carmina.

Matilde. Casada con Genaro, operario de la fábrica de don Mauro y con un hijo, Miguel. Viven en la calle Jordán.

Mauro (Pérez Martín), don. Joven (32 años) viudo de Adela, vecino de Reme, vive en el principal (1º dcha.). Tiene un hijo (Juanín) de tres años y vive con el ama de cría asturiana, Servanda. Regenta la fábrica de chocolate que heredó, sita en la calle Caracas. Socio del Casino de Madrid. Abogado.


Mauricio. Representante de la imprenta que sirve a don Mauro.

Maxgüel, doctor. Charlatán del Rastro.

Mendrugo. Librero de viejo en el Rastro. Amigo y maestro de Joselillo.

Miguel. Hijo de Genaro, operario de la fábrica de don Mauro y Matilde. Vive con sus padres en la calle Jordán.

Mínguez, doctor. Médico de urgencias en el hospital.

Ortega, señor. Redactor jefe del Heraldo. Superior de Hipólito Flores.

Paca, la. Vaquera/lechera de la calle Españoleto, 4, bajo izq.

Pantaleón. Hermano de Feliciano el chófer de Antón en Asturias. Tiene una tienda de material deportivo para alpinistas.

Paquito. Tonto del pueblo de Pozuelo de Alarcón. Huérfano.

Patro, la. Vecina del barrio de Chamberí que frecuenta la taberna del Cabezón, en Cardenal Cisneros.

Paulita, señorita. Hermana de la señorita Pepita. Viven en el 3º drcha. de la c/Españoleto. Exmonja, se salió del convento para acompañar a su hermana Pepita. Maestra jubilada. Muy cariñosa y dulce.

Pedro. Tabernero de la taberna El 2.

Pelayo. Mozo de cuerda. Asturiano, corpulento como un armario de dos puertas.

Pepita, señorita. Alias "Señá Pe". Hermana de la señorita Paulita, no aguanta la vida en el convento. Un poco soberbia y de mucho carácter, pero del corte de su hermana, generosa y siempre dispuesta.

Pepito. Vecino y amigo necesitado de Rafael, Rafita.

Perla, la. La burra de que regaló Cornelio a su mujer antes de desaparecer. La usan Venancio y Joselillo para bajar a Madrid a vender.

Pura, doña. Hermana de Carmina y cuñada de Cirilo. Casada con Salvador. Tiene tres hijos pequeños, Marquitos (mayor), Andresito (mediano). Veranean en Pozuelo de Alarcón donde tienen un chalé. 

Queitano (Méndez) Padre de Gertrudis. 

Rafael, Rafita. Hijo de Antón, el secretario de don Mauro, y Rogelia.

Reme, (Remedios García Guerrero), la. Costurera Hija de doña Casta y del señor Jesús. Amiga de la Gertru. Novia de Venancio. Cambia los dichos y confunde palabras. Vive en con us padres en la calle Españoleto, 4, 4º dcha.

Remigio, don. Cliente de doña Consuelo al que le bordan seis pañuelos.


Rogelia. Esposa de Antón, secretario de don Mauro. Tienen un hijo, Rafita.

Rosario, doña. Mujer de Joaquín que se la juega al julepe según cuenta doña Carmina.

Rosendo. Hermano de Genaro, operario de don Mauro. Es camarero en el merendero de la Peque, en la Dehesa de la villa. Su mujer trabaja con él en la cocina.

Rosita. Antigua alumna de la señorita Paulita.

Salmerón, teniente. Jefe del cuartelillo de Aravaca, junto a Pozuelo de Alarcón.

Salvador. Cuñado de doña Carmina, casado con su hermana Pura. Le gusta coleccionar sellos. Tres hijos pequeños.

Segunda, (Áurea Martínez Galindo). Vecina de Españoleto 4, 2º izda. Viuda, muy reservada y bautizada así por Gertru.


Segundina. Asistenta de Segunda y también bautizada así por Gertru.

Servanda. Ama de cría asturiana de Juanin y criada de don Mauro. Tuvo cinco hijos, todos están muertos, también el marido. El mayor, Julián, muerto en guerra de Cuba.

Susana. Sobrina de la señora Julia, la portera de la calle Luchana. Muy educada. Trabaja con doña Consuelo, Reme y Gertru. Quiere ser maestra. Su padre, Conrado, falleció.

Terol, Marqueses de. Viven en la calle Zurbano y han presentado en sociedad a su hija.

Tiburcio. Tabernero de Pozuelo.

Toru. Buey propiedad de Xana y Queitano, padres de Gertru.

Venancio (Lázaro Ulecia), el. Novio de Reme. Su hermano menor es Joselillo, adolescente. Venancio le llama José, y él Venan a Venancio. Es vecino de Pozuelo de Alarcón e hijo de Lorenza y Cornelio y viven con tío Eliseo en Huerta Baja, al final del Camino de las Huertas, de la que viven vendiendo en la plaza de Olavide los productos que recogen en la huerta. Padre desaparecido. Fuerte, enjuto y alto. No le gusta el dulce. No pasa de 20 años.

Virtudes (Miralles), doña. Madre del señorito Luis. Jefa de la Gertru a la que echa de casa. Adinerada. Vive en Luchana veintidós.

Xana (Uría) Madre de Gertrudis.

Zacarías, don, alias Señormío. Cura amigo de la señorita Pepita que está en activo dando clases en el colegio de los Maristas.


Nota: Se irá actualizando según aparezcan personajes nuevos.