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sábado, 30 de abril de 2016

Figurativo con Brigit Aubeso


No me he podido resistir. Os lo tenía que enseñar.

Ya, .... lo sé.... voy muy lenta, pero no me importa.

Solo trabajo en clase, y es un sábado al mes, pero me gusta ver como va resolviendo Brigit los figurativos de mis compañeras.

Estoy muy satisfecha con ese ojo que tiene luz, vida, ahora voy a intentar llevar hecho el otro ojo y la nariz.

El patchwork figurativo es otro mundo, y me tiene hechizada.

Y sigo coso que te coso...

viernes, 29 de abril de 2016

Bolsitos asimétricos

Si algo no me gusta es quejarme, me parece una solución fácil y funcionar con excusas creo que no es la mejor manera de salir hacia delante.

Pero tengo que deciros que estoy en un momento un poco delicado, en el que el tiempo puedo arañarlo, más o menos, pero la inspiración y la creatividad eso ya me cuesta un poco.

Para cualquier actividad creativa se necesita estar centrada, con energía, y eso o se tiene o no se tiene.

Y, ¿por qué os he soltado todo este rollo?

Porque como ando muy descentrada, necesito darme algún capricho, salirme del tiesto y hacer algo que acabo de ver o que hace tiempo tengo guardado.

Ha sido el caso con estos bolsitos asimétricos.



El éxito en casa, no ha podido ser mayor. Mi Jc me ha dicho literalmente que "no sirven para nada". La verdad es que lo que me dolería es que me preguntase para qué, pero que vea que la utilidad es igual a cero es una opinión, y como tal, totalmente respetable.

El primero, me he equivocado en poner las tiras para facilitar la apertura de la cremallera.


Pero como había dos posibilidades, conmigo la Ley de Murphy funciona estupendamente.


Nada, ningún problema, como los hago a tríos, en los siguientes las pongo al revés, y si que cumplen su misión.



En honor a la verdad, "aparentan" más de lo que son, tampoco yo les veo la gracia.



¿Será que me he dejado influenciar?


Desde aquí, agradecer al fotógrafo el "esfuerzo" que ha hecho en este reportaje. Hacer fotos a algo que no te dice nada tiene su mérito.


Como ha hecho muchas, yo os las enseño, aunque cariño, lo que se dice cariño creo que ha puesto poco.



Y sigo coso que te coso...

jueves, 28 de abril de 2016

Encuentros

Que este mundo es un pañuelo, lo sabemos.

Y ésto viene a cuento por lo que os voy a contar a continuación.

En uno de los monográficos que he hecho con Brigit Aubeso, a la hora de la comida, estaba ella tan contenta porque ya conocía los nombres de todas.

De mi, además del nombre, también conocía el apellido y así lo dijo.

Cuando ya nos levantamos, alguien se acerca tímidamente y me dice: ¿tú eres Mary Carmen de CosoQueTeCoso?, le dije que si, claro, y le pregunté quién era ella.

Era Susana de Trampantojos de costura, que alegría me dió!!!


Ya le dije que le echaba de menos, que siempre tenía unas palabras amables en los post, y que ese quilt de corbatas nos había enamorado a más de una.

Bueno, no sabéis como acolcha, que maravilla!!!

Y lo que gana en directo de lo maja y cariñosa que es.

Susana, me ha encantado encontrarme contigo, tengo ganas de ver ese caballo de figurativo acabado, que te está quedando de cine.

Cuantas alegrías nos da el patchwork, ésta es una de ellas.

Y cuando te apetezca, despacito, retomas el blog que merece la pena ver las cosas que haces.

Y sigo coso que te coso ...

miércoles, 27 de abril de 2016

The maker's Quilt Tilda


Ya sabéis que todos los meses hacemos un bloque para alguien de las Makers.

Este mes le tocaba a Montse y el tema que había elegido ella era el mundo Tilda.

Me costó mucho encontrar algo para reproducir en un bloque, las Tildas van más por muñequería que por aplique.

Pero bueno, al final, me decanté por la Tilda bañista. Prometo que no está tan negra, solo un poco morenita.

La gaviota le ha quitado la parte superior del bikini, se verá obligada a hacer toples.

Esta vez, como nos reunimos en fecha de envío de bloques (es según la reglamentaria de Beatriz del 20 al 30), se los dimos en mano. 

Ni os imagináis como lo pasamos. Si uno era bueno, el otro mejor... y la cara de satisfacción de Montse, para verla... no os digo más.

No os perdáis la entrada de Montse de hoy, que nos los va a enseñar todos.

En mayo, nuevos bloques, esta vez será Puri la agraciada y de temática Anni Downs.

Me voy a poner enseguida con ello para que no me pille el toro.

Y sigo coso que te coso...

martes, 26 de abril de 2016

Kedada The makers 25 de abril


Seguro que ya habéis visto la foto en Facebook, ayer fue nuestra kedada bimensual, en la zona de Via Carpetana.

Esta kedada, va a dar para varias entradas porque tenemos muchas cosas que contaros: el amigo invisible (no puede faltar), qué hicimos con un trocito de tela, cómo llevamos nuestros quilt de intercambio, las Tildas de Montse....

De momento, y a modo de avanzadilla, los primeros quilt ya montados, primero el de Marta mp, ya acabado:

Me vais a perdonar que no os lo enseñe, creo que le corresponde a ella, así que está censurado.

Y el de Marta F:


También censurado por la misma razón, pero tranquilos que ya nos lo enseñarán, están quedando preciosos.

Ya estamos preparando la próxima para junio, en esta, como se celebra al aire libre, coseremos.

Chicas, sois como una sesión de Reiki, los problemas que tienes son los mismos pero los ves de manera diferente, bueno durante la jornada ni los tienes, desaparecen como el dolor ante un buen analgésico.

Si no habéis probado una sesión con amigas, yo os la receto, ni consultéis con el farmacéutico.

Y sigo coso que te coso...

lunes, 25 de abril de 2016

10ª entrevista: señora Casta

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Entre puntada y puntada

Puerta 9


Esta penúltima entrevista me apetecía en particular. Me la preparé a conciencia, y he de reconocer que tardé en hacerlo, porque, entre apunte y apunte, me quedaba pensando en esa mujer que vertebra nuestro relato como la quilla de un barco. Acaso la señora Casta sea en realidad la protagonista de Entre puntada y puntada, aunque habrá opiniones para todo y tan respetables o más que la mía. Sea porque proyecto mi figura materna sobre ella, sea porque tengo razón, el caso es que gracias a personas como esta portera, que no pasa de personaje, muchos de mis coetáneos andamos dando guerra por este mundo. Lo sacrificaron todo por sus hijos, y eso que tenían poco para que unos estudiáramos en colegios nacionales y otros pudiéramos salir simplemente adelante y que, todos, conformaríamos la masa trabajadora de los sesenta, setenta y siguientes del siglo pasado, y que ahora llamamos a las puertas de una jubilación incierta por unas leyes que nada tienen que ver con nuestro esfuerzo y nuestros méritos. En fin, dejemos a un lado la cruda realidad, ahora no me interesa, prefiero sumergirme en la fantasía de esta entrevista tan apetecible para mí como necesaria para el relato que siente el honor de hablar de ella. Y como no quiero distraerme, paso de ranas y ranos. Espero que me lo perdonen, si no, voy aviado.



—Hola, buenos días, Reme. Nos volvemos a ver —saludé.
—Sí, así es, caballero. Pase, pase. Está usté en su casa.
—Como quedamos, vengo a ver a su madre.
—No hemos elegido un buen día, ¿sabe? No sé si va a poder ser. Está un poco malita. Desde anteayer muy católica, como dice ella, no está.
—Pues si quiere vengo otro día, lo dejamos para más adelante. No quiero causarles ninguna molestia.
—No sé yo si no sería lo mejor. Ya de por sí se cansa mucho…
—Entonces, decidido, lo dejamos para otro día, Reme. No me importa, de verdá.
—Mami, mami —interrumpió una personilla que podría confundirse con su madre si no hubiera sido porque la criatura no cojeaba.
—Eh, ¿y tú quién eres? — pregunté y me agaché—. Eres igual que tu madre.
—Sí, igual mami —la niña no se soltaba de la pierna de su madre, tras la que escondía su gracioso cuerpecillo.
—¿Qué haces aquí Lorencita? ¿No te he dicho que te quedaras con labuela?
—Eg que la güela quere ver al señó.
—¿Y a ti quién te ha dicho eso, vamos a ver?
—La güela, está despetada.
—Espere usté un momentito, voy a ver si es verdá. Esta cría tiene mucha imaginación a veces —mientras Reme desaparecía, agachado como estaba, me puse a jugar con Lorenza.
—¿Sabes entrar a por uvas?
—No, señó.
—Tienes que meter tu naricilla entre estos dedos, mira así —y fui yo el que se metió entre mis dedos anular e índice la pequeña nariz—. ¿Has visto?
—Sí, yo sabo hacelo.
—Pues venga, ahora te toca a ti —la animé. Y ella pegó su cara a mis dedos suavemente, mientras no dejaba de mirarme. Mientras yo remataba el juego cambiando la voz como todos solemos hacer cuando hablamos a un niño pequeño o a un bebé—. Pues te ha pillado el guardia —tras lo que presioné levemente su naricilla. Después la solté y me reí—. Mira tu nariz —. Y le enseñé la primera falange de mi pulgar que asomaba entre mi índice y mi pulgar. Ella también rió sin creérselo porque se tocó el pegote que tenía en medio de la cara. Y sin esperar mucho quiso jugar más.
—Ota ves, señó, ota ves. Quero que me pille el guadia ota ves.
—Vale. A ver, ¿quieres entrar…? —. Si hubiera sido por ella todavía estaríamos jugando, bueno, y por mí también, me encantan los críos de visita. Cuando vienen a casa me dan una alegría, pero cuando se van también. El caso es que su madre apareció al poco, en medio de la cuarta ronda y, como siempre, estropeó el juego. Las madres, ya se sabe.
—Deja en paz al señor, Lorencita. Que a ti te dan la mano y…
—No te preocupes, Reme —dije al incorporarme—. He sido yo, ella sólo ha consentido.
—Pues usté verá si atiende a la abuela o a la nieta, porque esta metomentodo no mentía —Reme hizo cosquillas a su hija que rió encogiéndose pero sin retirarse—. Son las dos igual de cabezonas. Le ha oído y quiere verle. Volví a agacharme y me dirigí a la sonriente princesita.
—Ahora no debo seguir jugando contigo, Lorencita, quiero hablar con tu abuela y no quiero hacerla esperar. ¿Entiendes?
—Pos luego —contestó convincentemente la cría que, de buen talante, me cogió de la mano y tiró de mí hacia el pasillo—. Ven —ordenó, tras lo cual soltó un grito—. ¡Agüela! ¡Agüela! —. Reme no pudo más que apoyar la iniciativa de su hija.
—Ya está usté bien atendido, ahora el problema que tendrá es cómo despegársela. No diga que no se lo he advertido.
—No importa —dije un tanto forzado por la impetuosidad y determinación de la mocosa, aunque estaba encantado de ser arrastrado por ella a los dominios de su “agüela”.
—Ven, ven —insistía arrastrándome.
—Sí, voy, voy —no pude hacer otra cosa que seguirla—. Giré el cuello y vi sonreír por última vez a Reme, feliz de contemplar la determinación de su hija pequeña. Al entrar en la alcoba, tan limpia como una patena, la luz, en vez de entrar por la ventana, parecía salir de la almohada en la que descansaba la cabeza una anciana, la señora Casta. La cara que yo había imaginado, es decir, sus facciones se habían afilado. Aún así se leía la dulzura entre las arrugas de una piel clara salvo en las manos que descansaban sobre la colcha, estas con manchas marrones. Aquellas manos llevaban tantas fregadas y tanta tralla que aparentaban estar en carne viva. Con la mano derecha, que parecía muy pesada, golpeó la cama un par de veces. Era la manera de condicionar a su nieta porque me soltó la mano y como un resorte puso su culete allí donde la abuela había golpeado.
—Es que su madre la tié dicho que no lo haga, que no se suba encima la cama, a pesar de saber que a las dos nos gusta que se siente ahí. Ya ve lo que le importará a ella que agüela y nieta estén cerca, porque la cama la tié cacer tos los días desde que me metí en ella. Y como yo la digo, anda que no mecho yo camas… —. Su voz me llegó cansada y sin ningún tono hostil a pesar de las palabras críticas hacia su hija—. Siente usté también, así no nos regañará, verdá, pequeñaja.
—No, no señora. No estaría cómodo.
—Pos el colchón es bien blando, caballero.
—No me refería a eso, señora.
—Ya lo sé. Soy vieja, no tonta.
—Tonta, tonta —repitió Lorencita—. Lagüela no es tonta.
—Entonces, acerque esa silla y siente. Me es más cómodo mirarle si está su cabeza más bajo —. Le hice caso, cogí la silla baja de enea y me senté junto a la cabecera de la cama. Mientras, Lorencita la informó de nuestro juego. Lo que hizo sonreír a la enferma —. Ay, madre. Me se había olvidao a mí esa cuchufleta de críos —. Tras tomarse un respiro que respetamos la visita y la nieta, volvió a hablar—. Siente más detrás, no le veo la cara, haga ustél favor. Me cuesta mover los ojos, y la cabeza más entoavía.
—Como usté prefiera —dije y me moví para ponérselo más cómodo.
—Lesperaba, ¿sabusté?
—¿Que me esperaba a mí? —. Ella afirmó levemente con los ojos y apretando los labios—. Si no sabe usté quien soy ni a lo que he venido, ni lo que he hecho.
—Lo primero, sí, es verdá que no lo sé, pero no mimporta. Pero lotro sí que lo sé. Siempre lo supe. Lo que vivíamos no era real, alguien manejaba los hilos.
—Me sorprende usté y mucho, señora Casta.
—Y usté a mí también me sorprendió muchas veces, caballero. Y no todo fueron alegrías, bien lo sabe.
—Pero, pero ¿cómo es posible? ¿Cómo lo supo?
—No, no lo supe. Ahora es cuando lo sé. Antes de su contestación lo intuía. Como decía mi Jesús, es usté un pardillo. Era una sensación demasiao fuerte como pa que no fuera verdá. Pero no se procupe, sólo hay una cosa que no le perdono.
—¿Qué? —. Tenía que aguzar mucho el oído e inclinarme y acercarme a ella para poder escuchar sus palabras, con lo que puse mi cara muy cerca de Lorencita, que sin ningún pudor me pellizcó la nariz.
—Enta a pol las uvas. Ves ta pillao el guadia —. Tras lo que la cría rió y estuvo a punto de caer de espaldas sobre su abuela.
—Estate quieta, Lorencita —dijo la abuela en un tono plano y bajito—, aunque tú no lo sepas, no son momentos pa juegar, hija. Deja quescuche este caballero. No le perdono que me dejara sin mi Jesús —susurró la señora Casta—. Y una no lo dice por lo que tuve que bregar tras perderle.
—Lo siento. Nunca me preocuparon los personajes, sólo las lectoras.
—Ya podía haber repartío un poco. Y usté mismo también se importaba, no mienta. Quería escribir la mejor novela de tos los tiempos, sin saber que yastáscrita.
—En lo primero tiene usté razón, señora Casta. Pero en lo segundo le aseguro que no. Sólo me tengo por un aprendiz, por eso he venido a hablar con ustedes, esa es la verdá. No por informar a mis lectoras, aunque estoy descubriendo que no he hecho mal, que son ustedes más interesantes de lo que yo creía, ahora que dicen lo que quieren.
—Pero no se procupe usté—. Parecía que no me escuchaba, que seguía su discurso sin tener en cuenta mis palabras—. Pronto lo va solucionar.
—¿Qué pronto lo voy a solucionar?
—Sí.
—¿Y cómo lo sabe?
—Porque las personas viejas, como yo, siempre pensamos en lo peor. Aunque como lo que va a ocurrir es casi el final de su obra, no mimporta, pero a lo mejor a alguna de sus lectoras sí —. Apenas la oía.
—No sé de lo que me habla, señora Casta —. Yo también bajé la voz y no supe el motivo.
—No me mienta. Aproveche el tiempo. Las mentiras, en algunas ocasiones, no son más que pérdidas de tiempo.
—Está bien, como quiera. No he venido a discutir con usté, sino a disfrutar de su compañía y a preguntar un par de cosillas. Y sin saber nada de esta mocosa, si no, hubiera venido antes.
—Mocosa, mocosa —repitió ella misma.
—¿Qué quiere saber? —. La señora Casta, aunque lo intentó, no sonó cortante.
—Quiero saber lo que le ha ocurrido desde que abandoné el relato.
—De todo —contestó ella en un susurro—. Pero lo más importante es lo que ve. Tengo otra Reme, pero ésta no es coja.
—Deme, mi mamá —interrumpió Lorencita.
—Sí, hija, tu mamá. Eres igualita quella —dijo la abuela con una mirada plena de orgullo y ternura. Luego me miró a mí y prosiguió—. Aunque a la otra no laído tan mal, verdausté. En el fondo es más madre que yo —. Noté un tono alegre en su inapreciable voz. Pero, usté me quiere preguntar otra cosa, me paece a mí.
—Sí. Me gustaría, aunque creo que no es el mejor momento, que me contara sus experiencias. Las de después de que llegaron los padres de Gertru. Pero si está usté cansada, lo dejamos, ya volveré otro día.
—Mucho quié usté saber, buen mozo.
—Sí, siempre me ha pasado eso, siempre he querido saber demasiado, me parece.
—Sabrá que aunquescuche con muchatención hay cosas que no podrá aprender, ¿verdá?
—Sí, estoy a las puertas de tener esa seguridad, si es que no he llegado ya al punto en el que ves que no hay retorno.
—Nunca hay retorno, amigo. Si no, nos volveríamos locos. Es mejor vivir la vida hacia delante y olvidarte de lo que pudo ser. Si tienes cacer algo, hazlo y punto —. La rotundidad de sus palabras, a pesar de la dificultad para hablar, chirriaba por el tono sereno con las que eran dichas.
—Entonces, ¿no se arrepiente de nada? ¿Ni siquiera de no haberse permitido una alegría personal? Se lo dio todo a ellos —. La señora Casta me miró, pero no fui capaz de leer en ellos lo que trataba de decirme. Supongo que en su respuesta sobraban las palabras, aunque luego vinieron tras un sonido ronco que no se ajustaba a su imagen.
—Dice usté darrepentirme. No sabe lo que dice —. De nuevo la dureza no se ajustaba ni al tono ni al volumen—. ¿Ha visto usté a mi familia, al Venan, al Joselillo, a la Gertru, a la Reme… y a tos estos monicacos?
—Deme, mamá —interrumpió su hija de nuevo—. Deme es mami —. Su abuela, trabajosamente, le puso una mano en el muslo. La niña respondió poniéndose a jugar con sus dedos. Luego siguió conmigo—. A mí la Gertru me lo ha contao to. ¿Ha hablao con el Venan y Joselillo?
—Sí, señora Casta, con todos menos con Cirilo.
—Buena persona ese Cirilo, como usté. Ya sabe a qué me refiero —. Por un momento pareció irse de la conversación, al menos pensé que deliraba, porque yo no sabía de qué hablaba, aunque después, cuando hablé con el vecino del segundo supe a lo que se refería. Creo que la señora Casta lo sabía todo. Pero sigamos.
—Señora Casta —llamé en un susurro. Pero quien me contestó fue su nieta.
—La güela sa dormío, señó.
—No, pequeña, no me dormido. Si ya ha visto a tos los chicos, ¿cómo pué preguntarme eso, que por qué me dejé la vida en ellos? —. Entonces sí entendí la mirada que antes me echara. Era de incredulidad ante el hecho de que yo pudiera dudar de que no había tenido más opción que dedicarse por entero a sus cuatro hijos, porque en eso se resumió su vida después de la muerte de su marido. Y entendí el motivo por el que me censuraba haberle quitado por el camino a su compañero. Porque él no pudo hacer lo que ella, disfrutar según remaba. Volvió en sí y yo también—. Si no entendemos que todos los niños y niñas deste mundo son hijos nuestros, mal iremos. Bueno, como hasta ahora, porque, desde luego, los que no lo pensaron fueron esos políticos de pacotilla y esos militaruchos de las narices que andan por ahí creyendo que su Patría y su Dios están por encima de la vida de cualquier crío, ¿verdá Lorenza?
—Sí, güela.
—La veo muy cansada, señora Casta. ¿Quiere que llame a Reme? Creo que estoy abusando de su amabilidad y de su persona.
—No se procupe, ya no puedo estar más cansada —contestó con un hilo de voz que me costó entender.
—Güela, güela, mete aquí la naris —. La cría había dejado de jugar con los dedos de su abuela y estaba aburrida.
—No, mi niña, tienes cacercar tu los deditos a mi nariz, lagüela no se pué levantar.
—Vale. ¿Quedes entar a pod uvas?
—Sí.
—Ja, ja. Ta pillao el guaddia. Mida tu nadís.
—Serás sinvergüenza, ratoncita —. La niña siguió riendo y quiso repetir la experiencia, pero al ver que su abuela había cerrado los ojos saltó de la cama y me avisó que guardara silencio igual que lo haría un mayor, pero con el dedo índice estirado sobre la nariz, no sobre los labios. Su chistar fue más un escupir sobre su mano que se limpió en el vestidito blanco.
—Ven, que la güela sa momío —dijo sin bajar un tono la voz—. Vamos con mami.
—Sí, espera, voy a abrigarla no sea que tenga frío —la mentí con el dedo en la nariz haciéndome cómplice de su gesto. Me acerqué a aquella dulce cara, y con disimulo, puse dos dedos sobre el cuello de la señora Casta. No sentí su pulso e insistí en el otro lado, ya sin disimular. Tampoco lo encontré.
—¿Qué hases?
—Ver si tiene frío —volví a mentir a la preguntona, y entonces acerqué mi mejilla a su nariz. No sentí su aliento. Pero la nieta me agarró de la mano con las suyas y tiró de mí.
—Vamos, mami nos regaña, deja momir a mi güela. Vamos —levantó la voz olvidando el pacto de silencio. Ya en el pasillo llamó a gritos a su madre que contestó desde la cocina.
—Mami, mami, lagüela sa momío, pedo Lodensita y ezte señó nos hemos ido codiendo.
—Muy bien hecho, hija. Así me gusta, que no la molestes y que seas obediente. Esta noche, antes de que te vayas a la cama le pediré a tu abuela que te cuente una de sus historias. Pero si está despierta y bien, ¿eh? Y si no papá.
—¡Ben! ¡Ben! —gritó y saltó la cría, y salió corriendo de la cocina. De lo que yo me alegré.
—Ay, madre. A ver si le deja a usté un rato —. Mire a los ojos a Reme, me aclaré la voz y esperé. A pesar de mi carraspeo y de mi posterior silencio  Reme seguía con la cabeza gacha, con la atención puesta en el cuchillo con el que pelaba las patatas. Entonces rodeé la mesa y le cogí del brazo suavemente. Ella dejó de mondar la patata y me miró a los ojos.
—No —dije y confirmé con un movimiento de cabeza.
—¿No qué, caballero?
—Que su madre no está dormida y que no va a contarle más historias a su nieta, Reme.
—¡Dios mío! —exclamó Reme, que soltó cuchillo y patata, y se tapó la boca para ahogar un grito—. Y salió corriendo.


No podía quedarme. No me correspondía. No me importó lo que Reme pensara de mí, si es que iba a echarme de menos. Yo no tenía importancia. A pesar de todo se me cruzó por la cabeza hacerme cargo de Lorenza, pero aquella generación a la que pertenecía esa cría no conoció la muerte en la televisión, sino en los cuartos de sus abuelos porque vivían con ellos y ellos murieron con sus nietos al lado, en la otra habitación. Aquel día no sólo Reme quedó huérfana, todos, incluso yo, perdimos una madre aunque fuera proyectada. Y allí mismo, en su cocina, abrí la carta para volver cuanto antes a una realidad, en ese momento menos dura que la imaginada. Una lágrima cayó sobre el papel. Luego la vi sobre la tarima, no quedó atrapada en la hoja que sostenía ya lejos, en otro instante de mi tiempo, y cuyo “recuadro al uso” mostraba la palabra para haber realizado mi viaje de vuelta: PUNTADA. En realidad la última, porque la entrevista que falta también podría entenderse como un monólogo. Pero no adelantemos acontecimientos, dejemos que llegue tranquilamente el último lunes de Entre puntada y puntada.

domingo, 24 de abril de 2016

Yo me pierdo ¿y tú?

En casa, la verdad, es que somos algo raros.

Mi hijo, de pequeño, decía a sus amigos que quería tener una madre normal. Para él una madre normal es que regañara y esas cosas, pero a mi, la verdad, siempre me ha dado mucha pereza.

Más tarde, cuando mi hijo se independizó, llamaba la atención que la relación la tuviésemos por email, seguíamos siendo unos padres "raros".

Ahora, el que me parece raro es mi hijo a mi.

Siempre ha tenido varios blogs más o menos activos, pero el último que ha creado, y que me he enterado por Jc se lo escriben un millón de monos.

¿Un millón de monos?
¿Sobre temas de corazón?

Pero si él de corazón no controla, ni siquiera tiene televisión en su casa.

Tampoco creo que lea las revistas, podría ser en la peluquería, pero es un local que frecuenta una vez por año.

Raúl, esta vez si que te has superado, ya los cables con los que hemos jugado para medir emociones, o empujar el ratón con la mente, me parecen juguetes infantiles.

Ahora que lo pienso, ¿por qué no pones al millón de monos a trabajar por ti, y tú te puedes dedicar a investigar que es lo que más te gusta?

Seguro que estás en ello....

Raúl, sabes que te admiro y que te quiero.

Y sigo coso que te coso...

P:D. Me acabo de dar cuenta que tiene otros millones de monos, trabajando en:
Motor, Ciencia, Política, Economía, Tecnología y Deportes. Otros en preparación.

sábado, 23 de abril de 2016

The makers IX Somos diez

Bueno, bueno, éste es el último capítulo, The makers, somos diez.

Y quién es la décima, ni más ni menos que Montse de Pitimini cose.

Montse, se ha incorporado al grupo a través de Marta.

Yo la conocí en Creativa Madrid 2015, en octubre pasado.

¿Qué como es Montse? Pues una niña grande, ¿qué queréis que os díga?


Montse se apasiona con todo, le encanta organizar eventos, fiestas, y toca muchos palillos, no os vayáis a creer, y de todos sale con buena nota, claro que si.



Montse, como su blog indica es muy "pitimini", vamos la más pitiminí del grupo con diferencia.

Éste es el mes de Montse, el lunes quedamos (si, otra vez) y le vamos a dar sus bloques. Eligió Tilda, veremos si acertamos.

Y sigo coso que te coso...

P.D. Si os habéis perdido las entradas anteriores y queréis ver la formación del grupo, pinchad aquí.

viernes, 22 de abril de 2016

Mochila para Paula


Paula es la hermana gemela de Alicia, y si Alicia tiene su mochila, Paula no puede ser menos.

Las he hecho iguales, pero he cambiado la tela del forro, en este caso en verde.


Lo que más me gusta, sin duda, es bordar las letras.


Aunque están pendientes de entregar os las enseño, porque últimamente, todo lo que hago, es "secreto".

Si todavía no te has animado a hacer alguna, aquí tienes el tutorial.

Y sigo coso que te coso...

miércoles, 20 de abril de 2016

Más de 1, más de 100, menos de 100 (XXXVII)



Hoy, en el Más de 1 año, más de 100 entradas y menos de 100 seguidores, quiero presentaros a Mari Luz, del blog Las labores de Mari Luz.

Me encantan sus labores, son impecables.

Fijaos bien en las telas, además de bonitas las combina de maravilla.

Preciosos los neceseres, excelentes trabajos de hexágonos, con corazones.... vamos que no tiene desperdicio.

Bueno, hay mucho que ver en su blog, lleva desde 2011 y sólo tiene 19 seguidores.

¿Qué tal si le damos un empujoncito?

¿Que os habéis perdido las entradas anteriores?, ahora mismo lo podéis subsanar aquí.

Y sigo coso que te coso...

martes, 19 de abril de 2016

Kedada improvisada


El fin de semana, nos dice Isabel que su hermana Pilar de Tijericas, se jubila y que va a liquidar la tienda.

El washap empezó a hervir, que si yo voy, que si tu vas yo también, que si yo puedo el lunes, que si tomamos algo antes, que si lo tomamos después, que mejor antes y después, bueno que en un pis pas, nos apuntamos 8 de tirón, sólo faltaron Elena y Charo.

Pilar tuvo la deferencia de abrir la tienda solo para nosotras un par de horitas, ni os lo imagináis.

Todas las telas al 50% y un montón de cosas de mercería con descuentos importantes.

Que locura!!!

Os dejo la dirección por si alguna se quiere acercar:

C/ Teniente Ruiz, 2
Móstoles (Madrid) 

Vamos que se agota!!!!

Todavía quedan unos días y de verdad que merece la pena.

Muchas gracias Pilar por tu encanto y buen hacer.

Y sigo coso que te coso...

lunes, 18 de abril de 2016

9ª entrevista: Carmina

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Entre puntada y puntada
Puerta 8



La verdad es que no hubiera tenido que salir de casa para hacer esta entrevista, pero una cosa es la realidad y otra la caricatura cariñosa con la que he retratado a MC en este relato. Y como esta mujer es una caja de sorpresas, pensé que su personaje seguro que mantenía esta característica y tal como dice ella después de hacer una trastada de niña pequeña: “Ya, pero conmigo no te aburres”. Así que cumplí con el protocolo de Mendrugo y volví a encararme con aquellas ranas, que, sin tener muchos motivos, me empezaban a caer bien. No sé si lo esperaban o si lo habían notado, pero más de una al pasar, me hizo una reverencia del tipo D’artagnan a su damisela Constance y a las que contesté de palabra con un “exageráis mi lady” hasta que una de ellas me cortó, no sabía que había ranos, la verdad, con una voz ronca y me advirtió que él era “milord” no “lady”. Con una sonrisa en la boca, acaso predispuesto por el personaje que quería entrevistar, agarré el pomo de la octava puerta y pensé en Carmina. Y esta vez, por capricho del destino, o de Mendrugo o de su cohorte de ranas, me vi delante de una puerta y en un descansillo que reconocí al instante, estaba en el edificio de la calle Españoleto número cuatro, en el segundo izquierda, así que llamé al timbre, aunque estuve tentado de subir al cuarto derecha, donde, todo hay que decirlo, nací y me crié, viví mi adolescencia y parte de mi juventud hasta que, después de cruzárseme en el camino una chiquilla que asesinó mi libertad a los dieciséis años, terminé por asumir que la quería más que a esa libertad que ella, en realidad, no mató.

—Señora… —dije con una sonrisa al descubrir que los rasgos de quien me abría la puerta, de verlos cualquiera, hubieran traicionado desde el principio el secreto que he mantenido hasta que he podido.
—Buenos días.
—Soy el autor de Entre puntada y puntada —me presenté desde el descansillo. No olvidéis que ella no sabía quien era yo, ni mi relación con el personaje de “su Cirilo”.
—Ah, sí, pase, pase. Por favor —. Siempre tan educada y agradable, pensé.
—¿Habíamos quedado a estas horas, verdá? —pregunté al verla un tanto dubitativa.
—Sí, sí, claro. Llega usté puntual. Sólo que estoy un poco dispersa, como siempre —. Y Carmina me ofreció una preciosa sonrisa no desconocida para mí. Yo le ofrecí mi mano que ella estrechó. El contacto fue cálido y familiar.
—¿Acaso ensimismada en su labor? —quise ser cortés, cuando no lo soy normalmente con ella.
—¿Cómo lo sabe?
—Intuición —mentí. Tampoco quería liar demasiado las cosas.
—Venga, por aquí, vamos a mi salita, allí estaremos más calentitos. Hoy, no sé, me he levantado con frío. Y si es usté quien dice, ya sabrá cómo se las gasta mi marido, aunque mejor sería decir en este caso, cómo no se lo gasta —se volvió sin dejar de andar por el pasillo y volvió a regalarme una sonrisa de chiquilla—. Él es don caluroso, ¿sabe? Pero es el mejor hombre que conozco —esta vez rió y yo engordé un poco—. Aunque sólo le conozco en realidad a él, como hombre quiero decir —. Y ya dentro de la habitación siguió con su perfecto recibimiento—. Pase, siéntese. Ah, espere, que le quito esto de la butaca. ¿Quiere usté tomar un cafelito? —no me dejó contestar y recordé cuando la visitó su hijo Israel y cuando MC me pregunta a mí —. Con este frío apetece. Sí, y unas pastitas, las he hecho yo misma, ayer. Las tiene que probar. Esta vez me han salido de rechupete. Ya verá —. A ella, en un principio le sale todo fenomenal, pero luego, al verlo o probarlo juntos, empiezan las descalificaciones y los “parecequés”, incluso puede llegar de la máxima perfección al peor bodrio en cuestión de un minuto. Si es el caso, no importa, “estamos (usa el plural) aprendiendo, ¿no?”.
—Pensé que no le gustaba cocinar —dije. Y me sentí mal, porque aproveché mi ventaja.
—No, lo que no me gusta es meterme en la cocina cuando me apetece hacer otra cosa más interesante. Y siempre hay algo mejor que preparar que la comida —. Aquí había clavado sus palabras.
—Como bordar —sugerí para dar a entender que compartía su punto de vista, aunque en realidad no lo haga.
—Por ejemplo. Pero si me apetece un bollo o unas pastas, sea la hora que sea, no me da ninguna pereza ponerme a ello. Eso de que haya una hora establecida y fija para comer… Lo llevo muy mal. Me gusta ir a mi aire. No al son que toca Cirilo —. Estas últimas palabras apenas las oí, porque salió de la salita en dirección a la cocina, supuse. Esperé, escarmentado por sus palabras, y me distraje con la decoración de la pequeña sala, para la que encontré un adjetivo perfecto, barroca. Cuadros de bordados, unas fotos antiguas en sepia de una pareja joven y también antigua, otras de dos niños que supuse eran sus hijos, cestas de tela y arpillera por todos lados y con diferentes contenidos, pero sin dar la impresión de desorden, y también libros. Me levanté y me acerqué para leer los títulos en los lomos, todos coincidían con los que yo tengo en casa, y luego comprobé la hora de un precioso reloj de pared, relojes ruidosos que yo odio por serlo, aunque estéticamente me gusten. El reloj iba cinco minutos adelantado con respecto al mío, como el que MC y yo tenemos en el salón, sin saber el motivo del desajuste horario. En ese momento entró ella.
—Va adelantado, así no llegó tarde, ¿sabe? Es un truco. Cirilo no lo entiende. Y todos esos libros son de él. Cualquier día nos tenemos que mudar al palacio de Medinaceli para que quepamos todos. Este hombre no para de leer y leer y comprar libros. Es para lo único que no le duele gastar el dinero. En fin, a mi me ha dado por la aguja, qué le vamos a hacer. Pero siente, siente. Si no le importa, yo le voy a acompañar con un vasito de leche fresquita, es mi bebida favorita, y parece que esta habitación está un poco cargada, pero no pienso sacar el brasero. Bueno, ya le escucho, le sirvo el café y hablamos.
—No se preocupe, está usté en su casa —. Y yo en la mía pensé, pero no lo dije.
—Y usté caballero, y usté. Pero, yo nunca me preocupo. Mucho tiene que pasar para verme a mí preocupada. Si cualquier asunto tiene solución pues se soluciona y santas pascuas. Y si no la tiene, preocuparse no sirve de nada, bueno, nada más que para olvidarse de estar alegre. Y de eso nanay. Yo siempre les digo lo mismo a mis amigas. Salimos todas las tardes de diario a pasear, ¿sabe? Bueno, que las amenazo siempre diciéndolas que me he levantado de buen humor y que al día siguiente pienso hacer lo mismo. Ellas se ríen. Son muy majas. Pruebe, pruebe usté una pastita. No es porque las haya hecho yo, pero están buenísimas. Yo también voy a coger una. Y mire, voy a dejar la leche fresca y me voy a poner otro café, como usté, así entro en calor, parece que estoy un poco destemplada. ¿Sabe? Y también estoy un pelín nerviosa porque hoy vienen mis dos hijos a cenar —es decir, que estaba atacada—. Por pitos o por flautas, es muy difícil que los dos coincidan y nos juntemos los cuatro. Con lo que me gusta a mí. También estoy muy ilusionada. Aunque no necesito mucho para ilusionarme. Es una satisfacción personal y maternal ver que tus hijos son hombres de bien, y dentro de lo que se puede esperar hoy en día, felices. Una madre no puede pedir más. Bueno, sí, tener tiempo para hacer aquello que le apetece —. A mi esto siempre me ha sonado a incongruente, pero bueno, llevo tanto tiempo oyéndolo…—. Son dos buenos muchachos. Aunque ya no puedo decir eso, sino hombres hechos y derechos. Eso sí, en lo cariñoso han salido a su padre —. Ya estamos, pensé—. Pero tampoco me importa mucho, aunque los besos a una madre no deberían faltarle, y menos de unos chicos. Dicen que las chicas son más hacía los padres, pero los chicos… Claro que serán otros porque Javier e Israel… Y, además, el pequeño tira más a padre que madre. De todas formas da igual, porque yo me pongo cabezona y ya está, les saco todos los que puedo. Aunque, no se crea, hasta se enfadan conmigo y me llaman pesada. También lo hacen cuando les pregunto por su vida y por lo que hacen, adonde van, de donde vienen, por sus amistades. Se lo tengo que sacar todo con sacacorchos, como a su padre —. “Pobre Cirilo”, pensé—. Ve, en eso, también han salido a él. A veces me pregunto si tienen algo de su madre. Menos mal que los he parido yo. Si fuera al revés cualquiera podría pensar mal —otra sonrisa, esta vez pícara, asomó a sus labios—. Pero bueno, son buena gente. La verdá es que Cirilo dice que el pequeño, Israel, es igual que yo y que mi madre. Mi madre, ¿sabe?, fue una gran mujer que nunca se rindió ante nada. Hoy día la sigo admirando mucho, siempre contenta, generosa, siempre haciendo algo, hasta el final, a pesar de sus achaques. Cirilo, que es un gran observador, dice que los tres somos igualitos. Se creerá que me ofende… Bien orgullosa que está una de parecerse a su madre y que un hijo se parezca a ella. ¿O no? Pues eso. A ella no la fue mal. Así que, de tal palo, tal astilla. Y si ellos, mis hijos, se enfadan, que se enfaden. Ya me he acostumbrado a las caras largas de su padre. Son los tres iguales, bueno no, el mayor es difícil que se enfade, es verdá, es como yo. ¿Quiere otro café? Sírvase usté mismo si quiere y coma pastas, hice muchas —. La verdad es que en ese momento me podría haber ido e imaginado esta entrevista, mi imaginación me hubiera dictado las mismas palabras que oía de aquellos labios tan besados como deseados.
—No, muchas gracias, con una tengo bastante.
—¿No me diga que no le gustan, hombre? Se parece usté a Cirilo —. “Y no sabe usté cuanto”, pensé.
—No, no es eso. Están riquísimas. Pero es que ya vengo merendado. Además, a mí el dulce no me llama, prefiero el salado, ¿sabe usté, doña Carmina?
—Uy, doña. No, Carmina. Uy, si le oye Cirilo... Pero, ¿a lo mejor prefiere un trozo de pan tostado con aceitito y ajo restregao? ¿O un vinito con unas olivas? Es usté demasiado educado, y así no se va a ninguna parte, hay que saber pedir lo que a uno le apetece, eso sí, si se lo preguntan y con discreción. Y en lo que se refiere al dulce se parece usté también a mis tres hombres, cada vez que hago algún dulce me lo tengo que comer yo, y, encima, me critican, aunque Israel, a veces los cata. Ahora, que peor para ellos. Se lo pierden, ¿verdá usté? Ahora, dígame, ¿por qué quería verme?
—Para hacerle una entrevista, y saber qué ha sido de ustedes después de que acabara el relato, sus impresiones, y eso.
—Ah, pues espere que aviso a Cirilo, no creo que se moleste, es muy suyo y muy raro, pero le gusta hablar con gente que merece la pena, y usté lo parece. Andará con sus lecturas, seguro. Sabe que lee el diccionario todos los días. ¿A que es extraño? No conozco a nadie más que lo haga, que lo habrá, no digo yo que no…
—No, por favor, no le moleste —paré a tiempo a Carmina—. Me gustaría hacerles las entrevistas por separado.
—Ah, pues lo siento, hoy no va a poder ser. Ya le he dicho que vienen mis hijos a cenar, los dos.
—Ya, ya, Carmina. Cuando hablé con su marido por teléfono…
—Mira, luego dice que a él no le llama nadie. Mira que le costó ponerlo, mejor dicho pagarlo.
—Le decía que cuando hablé con él, ya le expliqué y quedamos en vernos otro día. Vamos a dar un paseo juntos por el barrio.
—No me lo creo. ¿Qué le va a sacar de casa? Le habrá pillado usté en el día tonto. Sale menos de esta casa que el frío. Pero bueno, me alegro.
—Bueno, ¿y de qué quería hablar conmigo me ha dicho?
—Pues, aparte de lo mucho que ya me ha contado, y que le agradezco, cuénteme algo del periodo que va desde que el hijo mediano de su hermana cumplió seis años hasta hoy.
—Anda, ¿y por qué desde esa fecha?
—Pues porque ahí les dejé yo en el relato. Si no recuerdo mal, Cirilo se quejaba de que había demasiadas celebraciones a las que asistir.
—Cirilo, en cuanto tiene que salir de casa o romper su rutina, se molesta. Por lo que no me sirve esa pista. Pero lo de los seis años de Andresito sí me acuerdo. A mí recordar las fechas se me da muy bien. A ver… Sí, bueno, de Cirilo le puedo contar poco, aunque ya me ha dicho que va a hablar con él. No sé qué le va a contar, su vida es pura rutina. Para mí, en cambio, ha sido un sin parar. Mientras él bosteza, yo me he hecho ya siete bodas. Claro, si exceptuamos el periodo que usté y yo sabemos. De eso no me gusta hablar. Hay que dejar a un lado las penas. En Madrid, a última hora, bueno, y antes, se pasó muy mal. Lo que menos me apetecía era bordar, así que me enrolé de voluntaria y mire si es casualidad, no creo que dé más puntadas al día en toda mi vida que en aquella época. Me hice más guerreras que hombres había para ponérselas. ¡Madre, mía! Cirilo ya le contará cómo lo pasó, pero él hizo mucho más que yo por mantener las libertades. Aunque fue muy listo. Yo creía que era sólo inteligente, pero no, también me demostró en aquella época que era un pillo.
—¿Por qué? —quise saber a destiempo.
—Ya se lo contará él. Cuando aquello acabó, nos refugiamos en casa. Yo encontré trabajo antes que él y me puse a fregar suelos y escaleras. Y también es curioso que fregara las escaleras de la sede de la Sección Femenina, ahí abajo, en la calle Almagro. Me pillaba muy cerca. Con eso malcomíamos porque tampoco había mucho que llevarse a la boca, pan negro y poco más. Entre la cartilla de racionamiento y lo que me arrimaron las falangistas estiradas esas comíamos, e incluso había días que cenábamos. Tuvimos suerte, otros lo pasaron peor por las purgas y esas cosas. Y sobre todo que a mis hijos les pilló la contienda fuera de España. Su padre no les dejó volver. Y fíjese que Cirilo jamás ha prohibido nada a nadie. Pero en ese deseo sí se mantuvo firme. Yo creo que es lo único que les ha exigido en su vida, todo lo demás lo ha razonado con ellos, hasta cuando eran chicos. Bueno, eso, que luego Cirilo enganchó unas clases de contabilidad y las cosas mejoraron un poco. Y más tarde empezó a llevar las contabilidades de unas empresas y dejamos atrás las penalidades. Incluso llegamos a ahorrar. Los chicos pudieron volver. Habían cambiado, tan altos, tan guapos. No sé como no están ya comprometidos los dos. Aunque yo me alegro. El día que les enganche cualquier lagartona de esas… No sé yo si voy a soportarlo.
—Mujer, no tiene porqué ser así.
—Para una madre la que se lleva a su hijo, por buena que sea, siempre es una lagartona. Nos los roban, así de claro.
—Si usté lo dice.
—No, no lo digo yo, caballero, lo dice la vida. Lo único por los nietos, aunque tampoco sé, no me veo yo abuela. Me miro al espejo y me encuentro de buen ver —. No tuve más remedio que ser galante, aunque tampoco mentí mucho.
—No sé, ni me importa la edad que tiene, Carmina, pero estoy seguro que si diera mi opinión me equivocaría.
—Lo dice usté por galanteo.
—No, se lo aseguro. Me he llevado una sorpresa al conocerla —. Aquí sí que mentí bellacamente.
—Le acepto el piropo porque soy coqueta. Aunque le voy a contar un secretillo. Yo me arreglo por mí, para verme yo guapa.
—¿Lo puedo publicar? —. Me alegré que me lo dijera porque yo siempre lo he pensado.
—Claro, hombre. Es un secreto a voces. Además toda mujer lo sabe. Como que los hombres no son el motivo de hacerlo todas las mañanas, no. Son las mujeres, sus amigas y sus enemigas.
—Vaya, eso no lo sabía yo.
—Creo que no le pasa a usté solo. A muchos hombres la hombría les deja ciegos.
—¿Se refiere al machismo?
—¿Usté lo llama así? 
—Sí. ¿Es usté feminista?
—Pues no lo sé, la verdá. Ni a Cirilo ni a mí nos gusta pertenecer a ningún club, pero lo que sí le digo es que no me siento inferior ni superior a nadie, sea hombre o mujer. Con eso creo que está todo dicho al respecto, aunque si quiere le doy un parecer para ilustrar lo dicho. Mientras que, por ejemplo, Cirilo es más inteligente, yo soy más lista. Cada persona tiene sus virtudes y sus defectos, ¿entiende?
—Perfectamente.
—Seguro que exagera para agradarme —. Como siempre, según lo veo yo, todo gira alrededor de ellas. Yo, en la intimidad la llamo “ombligo del mundo”.
—No, tiene razón. Lo que pasa es que le digo que no es que no me vea los defectos, es que no tengo —la risa de esa mujer volvió a alegrarme—. Ahora, si un hombre me dice una galantería, no me enfado, al contrario, me agrada.
—Aunque sea una grosería.
—He de reconocer que sí, pero no se lo diga a nadie —bajó la voz—. Pero no me agrada tanto, me rechina un poco, eso es verdá. Lo que cuenta es la intención, y un juez no se expresa igual que un albañil. No todo el mundo ha tenido la suerte de recibir una buena educación. Por ejemplo, si don Mauro, un vecino que es un caballero de los pies a la cabeza, me hubiera dicho una grosería, que no es el caso, le hubiera dado un bofetón.
—Muy bien. Me ha quedado perfectamente claro, Carmina.
—Uy. Veo que se nos ha echado el tiempo en cima. No quiero parecer maleducada pero no puedo atenderle más tiempo —. Siempre tan directa y clara.
—No, perdóneme a mí. Estaba tan a gusto escuchándola que no me he dado cuenta de que el tiempo hasbía corrido tanto.
—Ese reló tiene estropeado no se qué, y no da las horas. Pero le agradezco su delicadeza —. Yo sabía quien lo había estropeado, pero no dije nada—.  Aunque sé que no soy una gran oradora. Pienso y me expreso según hablo, por eso, a veces, soy un poquito inconsecuente. Y no lo confunda con mentirosa. Solo me miento a mí misma y si es necesario.
—Bien, pues no la entretengo más, Carmina. Muchas gracias por su tiempo y su hospitalidad. Le aseguro que he pasado uno de los momentos más gratos desde hacía mucho tiempo.
—Le acepto todos sus cumplidos porque sé que siente lo que dice, se le nota, y lo dice con sinceridad. Yo el tiempo lo valoro mucho, y más si es el mío. No sé a quien se le ocurrió que el día sólo tuviera veinticuatro horas. Para mí también ha sido un placer. Le acompaño.
—Gracias —. Salimos al pasillo, y ya en la puerta, me despedí—. Ha sido un placer, señora. Salude a su marido de mi parte. Adiós.
—Adiós, caballero.

Cuando me paré en el descansillo y por el silencio que reinaba en la escalera pude escuchar a Carmina que le gritaba a Cirilo desde el recibidor “Cirilo, vaya hombre más educado que me ha visitado. Como los de antes. Tenías que haber estado y haber tomado nota…”.


No quería salir a la calle, aunque creo que no hubiera podido, así que pulsé la llave de la luz de la escalera, muy satisfecho y en cierta manera emocionado por haber conseguido transmitir al personaje de Carmina, tan fielmente como había notado, las maneras y fondo de MC. A la débil luz de la bombilla leí la palabra que ya aparecía en el recuadro de la carta de Mendrugo, y más que una palabra me pareció un punto y seguido, ya que solo vi una Y griega mayúscula. “¿Y?” pregunté y me di de bruces con MC que con un habitual “¿De dónde sales?” y un “Ten cuidado, hombre” solventó el inesperado encuentro, después de recordarme que si diera la luz no la asustaría como suelo hacer. Y razón no le falta. Esa noche soñé que dormía con MC a mi derecha y con Carmina a mi izquierda, y fue un sueño casto, que quede claro.