Entre puntada y puntada
XVIII
Salvo los del primero izquierda, y a pesar del calor, esa noche todos se fueron a la cama contentos y en paz. Y al día siguiente afrontaron la vida con una sonrisa. Cada cual con sus penas y alegrías excepto, en este caso, Juanín que, por su edad, estaba libre de sopesar lo vivido. La capacidad de ver la muerte, que es la mayor pena del hombre, es directamente proporcional a la edad.
A quienes más costó abrir el ojo fueron Reme y Gertru que, haciendo oídos sordos a las quejas de la señora Casta la noche anterior, estuvieron de cháchara hasta las tantas, sentadas en los peldaños de la escalera, a oscuras. Entre sentimientos, sueños y dudas entretejieron sus vidas que imaginaron paralelas para más deleite de las propias protagonistas. Esa noche, entre susurros y risitas, se fabricaron un futuro a medida, ajenas a la certera frase que reza: si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes(1).
De esa conversación, a la hora bruja, sacaría Gertru la sensación de que lo que vivía era real y no un ensueño placentero, y que después de sus malas experiencias recientes, se abría la posibilidad de ser feliz. Hasta ese día, su único sueño había sido no ser desgraciada. La sociedad y el estatus social en que estaba inmersa permitían, como mucho, ese objetivo. La proposición de don Mauro era una trampa que el destino hacía a la circunstancias. Por el contrario, Reme, sí había soñado con un príncipe azul, aunque vestido de carbonero, de zapatero o de carpintero. Ya era “un logro para una pobre cojita casarse con un hombre de bien”, como dirían en su momento las malas lenguas. La Reme sí había soñado con formar una familia como la suya. Sin más pretensiones que imitar lo vivido. En su caso nadie había hecho trampas para que conociera a Venancio. Por ello no envidió a su amiga, sino que compartió con ella sus sueños que también acababan en boda de sus correspondientes hijos: “¿Te imaginas, Gretru?”.
Y no es que Dios sea un taimado espantanublados(2), no, es que la vida es un juego en el que participan tantos jugadores que es imposible determinar un resultado fiable. Apostar en este juego no sirve de nada, todos perderíamos, pues tan solo hay una cosa cierta, y no tiene nada que ver con la vida.
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Esa mañana, Gertru cubrió la ausencia de Reme en las labores de limpieza de la escalera mientras que ésta hacía una visita, como el que no quiere la cosa, al mercado de Olavide. Y si se fue contenta, volvió más. No, la sonrisa de Venancio no era un espejismo, estaba ahí, en esa cara morena, huesuda y barbilampiña, y en la que uno de sus ojos se cerró al verla, y en la que su boca gritó más fuerte las cualidades de sus productos. Era el canto del macho al ver a su hembra, su alegría por ser correspondido. La Reme no se acercó al puesto, ya había comprobado desde lejos lo que quería. Se dio la vuelta, y, dentro de sus posibilidades, trotó alegre como una niña. En su retorno todo le pareció más luminoso y colorido: el mercado, los vestidos de las mujeres, los tranvías, las hojas de los árboles, los geranios de los balcones, sus persianas, los escaparates, los relucientes simones y sus caballerías enjaezadas, las flores en las solapas o el cabello, todo era más hermoso que ayer, que un rato antes.
Llegó jadeante y llena de energía al portal. Con esa misma rapidez y soltura subió hasta el segundo piso donde Gertru pasaba el escobón por los peldaños de madera.
—Deja, Gertru, ya sigo yo.
—Vale, vale, no empujes, mujer.
—Es que vengo…
—Sí, vienes que lo tiras, hija.
—Es que ma guiñao un ojo.
—Pues no sé yo que te va a pasar cuando…
—Calla, chica, que te puén oír.
—Iba a decir cuando te cierre los dos.
—Ya, menuda eres tú. A que llamo al primero derecha —amenazó la Reme con una sonrisa cómplice.
—Anda, tú, pues llama. Con correr escaleras abajo…
—Para, a ver si te caes y tenemos otra desgracia. Que contigo nunca se sabe…
—Y tú, si supieras leer, verías questamos en el segundo.
—Oye, que yo seré analfabética, pero no boba.
—No, como has venío descolocá…
—Bájate al chiscón con mi madre, a ver si necesita algo, anda.
—Reme.
—¿Qué quiés ahora, pesá?
—Que te quiero mucho, que eres la mejor amiga que hay. Y que…
—Anda, anda, como si tuvieras docenas… Tonta.
Ninguna de las dos sabía que eran oídas. La señorita Paulita, tan prudente siempre y tan observadora, no se perdió ripio de la alegre conversación de las jóvenes. Después de salir del tercero derecha, no cerró la puerta para no interrumpir la conversación. Mujer inteligente dedujo que, al menos una de ellas estaba recién enamorada y que no sabía leer ni escribir. Con una sonrisa bobalicona expresó la alegría que le había producido escuchar esa conversación tan alegre como cariñosa. Esta humilde mujer disfrutaba de las cosas más pequeñas de una manera poco corriente. Siempre dispuesta a ayudar, cuando llegó a la altura de la Reme, que barría las escaleras, y después de saludarse, se ofreció a la barredora.
—No he podido evitar oírte decir que eres analfabética —la anciana no quiso corregir a la joven—. A lo mejor querrías aprender a leer y a escribir, y dejar de serlo. Es muy fácil. Yo, que he sido maestra muchos años, te lo puedo asegurar. Mi hermana y yo podríamos enseñarte. Así podrás escribir a una amiga, a tu novio, si es que lo tienes, nunca se sabe. Amén de que podrás leer periódicos y libros, el nombre de las calles… Es muy útil y gratificante, te lo aseguro.
—Ay, señorita, es usté mu amable. Pero no quisiera ser un escorzo para ustedes.
—No nos escorzarías para nada, hija. Tenemos todo el tiempo que Dios nos da, y nos gusta emplearlo para bien.
—¿Se lo puedo decir a mi amiga Gertru?
—Claro. Podéis subir la dos una hora todos días, de diario y aprendéis juntas. Es más divertido que hacerlo sola.
—Muchas gracias, señorita, se lo digo a mi madre y la contesto a usté.
—Me parece muy bien, Reme. En eso quedamos entonces.
Reme estuvo pendiente y cuando creyó que la señorita Paulita había salido a la calle, bajó todo lo rápido que pudo y entró en la portería con el ímpetu de un toro.
—Gertru, ¿quieres aprender a leer y a escribir?
—¿Y quién va a enseñarla, tú? —contestó la señora Casta siempre irónica.
—No, madre, la señorita Paulita, me lo acaba de decir.
—Lo que me faltaba pal duro, ahora voy a tener dos leídas en casa. Anda, deja la escoba que vamos a comer, si no se os va a hacer tarde para ir a casa de doña Consuelo.
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La señorita Paulita volvió enseguida de comprar el pan y contó a su hermana el encuentro con Reme. Y aunque esta última era más arisca aceptó con agrado el nuevo proyecto de la hermana. Estas mujeres formaron parte de aquel grupo de honrosas personas que, sin estar en el frente, se jugaron el pellejo cuando el deporte nacional en Madrid consistió en el tiro al cura o a la monja. Lógicamente tomaron partido por los que se alzaron contra el gobierno legítimo de la República, que también enarbolaron la defensa de la religión católica. Y es curioso como otros que se alinearon con los nacionales también jugaron al tiro al plato, y sustituyeron, en este caso, la pieza de loza por homosexuales, poetas o cualquiera que no levantara la mano al estilo del saludo nazi.
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—A ver. Lo que le ha pasado a esa mujer es una desgracia. Habrá que echarle una mano.
—Ya se la echo yo, seguro que a Candela le contagio mi alegría. Soy especialista en eso.
—No creo que en sus circunstancias la pegues nada positivo, si acaso un susto si tiene hipo.
—Uy, tú no me conoces.
—No, llevo contigo casi cincuenta años —contestó irónicamente don Cirilo.
—Es un decir.
—¿A qué hora salimos?
—Ya.
—Pero...
—Te dije ayer que salíamos a las cinco, pero como vives en tu mundo, para ti sólo existen los libros y tu pintura...
—Bueno, me visto y salimos.
—No corras, que todavía no me he arreglado yo.
Después de las prisas de la mujer, el hombre hubo de esperar más de diez minutos para salir a coger un coche de punto que les llevara a casa de su amiga Candela. Les abrió el servicio y encontraron a su amiga sumida en la penumbra de una salita con un pañuelo entre los dedos y hecha una Magdalena(3). Don Cirilo vio el panorama y, como imaginaba por donde iban los tiros del marido, se fue a la cocina y dejó solas a las dos mujeres.
—Mujer, descorre las cortinas, que entre la luz y la alegría a esta casa. Así no consigues nada.
—No, no abras, Carmina, por favor. Me molesta mucho la luz.
—Venga mujer, hay que animarse. Descorro una sola y a tu espalda, ¿vale? —sin esperar respuesta doña Carmina descorrió una pesada cortina—. Así estaremos mejor.
—Tú sí, pero yo...
—Venga, arriba, Candela, que no se acaba el mundo. Pero hay que ver como son los hombres. Vaya disgusto. Bueno, ¿y cómo estás tú? Aunque ya te veo.
—Deshecha. Nunca hubiera pensado que mi Carlos desapareciera así... Y con una mujerzuela.
—¿Y cómo sabes eso?
—Por esa carta de mi hermana —doña Candela señaló unas hojas dobladas sobre la mesita baja, junto al juego de café—. A ella todavía no le han puesto teléfono en Zaragoza. Y por otro lado, según me cuenta en ella, no hubiera sido capaz de decírmelo de viva voz.
—¿El qué?
—¿El qué? —esta vez el sollozo fue más escandaloso.
—Tranquila mujer, tranquila...
—Pues que ella, mi hermana, en la estación, cuando se iba... Me había venido a visitar por mi cumpleaños... Bueno, que eso, que estaba en la estación y le pareció ver a Carlos. Se acercó para saludarle y se encontró con la escena.
—¿Qué escena? Sabes que soy una tumba.
—La de Carlos y ese pendón. Mi hermana se quedó helada y reculó. Vio como la besaba y como ella le acariciaba la cara y le devolvía el beso en los labios. Mi hermana me cuenta que se les veía muy felices y acaramelados. Totalmente despreocupados, como si no les importara nada.
—No me extraña que lo tengas tan claro.
—Eso y el desfalco en la empresa.
—¡Madre mía, Candela!
—Me lo ha dicho la policía al llamarles cuando ha llegado la carta.
—Cómo estarás. No me extraña. Siempre habías dicho que para ser feliz te bastaba con que él lo fuera, como debe ser. Y mira como te lo paga.
—¿Y tu marido, Carmina?
—Que yo sepa no tiene querida —malinterpretó la pregunta doña Carmina—. Bueno, sería imposible, está todo el día en casa, con un libro o con el pincel. Él necesita poco para ser feliz. Es muy afortunado.
—No, no me refería a eso. ¿Que dónde está? Porque ha venido contigo, al menos me ha saludado.
—Ay, hija, sí. Para una vez que me acompaña a un sitio... Creo que se ha quedado hablando con el servicio, tiene unas ideas un poco socialistas, ¿sabes? —doña Carmina bajo la voz, como si fuera un pecado ser de esa ideología—. Supongo que ha pensado que te sentirías incómoda si él estaba presente en la conversación. De todas formas ha siso idea suya venir a verte. Para Cirilo, lo primero son los amigos, y lo demás va detrás, como yo.
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—¿De verdá que vamos a aprender a leer y a escribir, Reme?
—Eso ma prometío la señorita Paulita. Ha sío maestra en las Damas Negras, ¿sabes?
—¿Y eso qué es?
—Un colegio de señoritas de alto cohete. Ella ha dicho ques mu fácil.
—Y, aunque ellos no saben leer, podré escribir a mis padres. Aunque no sé yo si la dirección...
—Anda, pues claro, a tus padres y a quien quieras.
—La verdá es que desde que me mudé a vivir con vosotras todo han sío alegrías. Bueno, menos lo de tu padre, claro. Pobrecito… —. La Reme no quiso recordar a su amiga el incidente del navajazo, tampoco había necesidad si ella ya lo había olvidado, así que salió por los cerros de Úbeda(4).
—Oye, que no se tescape lo de la verbena, ¿eh?
—No, ni a ti tampoco.
—Chitón, entonces.
Otra sorpresa les esperaba tras llamar a la puerta de su jefa. Y con toda su llaneza la expresaron.
—Anda, ¿y tú quien eres?
—Buenas tardes. Vosotras debéis ser Gertrudis y Remedios.
—Ya, ¿y tú?
—Me llamo Susana y soy sobrina de la señora Julia. No sé si la conocéis, es portera en…
—Sí, sí que la conocemos. Es la portera de una casa en la que serví.
—Yo la conozco de vista, pero nunca he hablao con ella. ¿Doña Consuelo está?
—Sí, me ha dicho que os abriera. Está en el gabinete. Pasad.
Susana se adelantó y las guió como si ellas no supieran donde estaba la habitación donde cosían todas las tardes.
—Uy, qué fina, el ga bi ne te —silabeó y susurró la Reme al oído de su amiga y ambas contuvieron la risa.
—Hola, buenas tardes. Veo que ya os habéis conocido. Susana va a venir los martes y los jueves para ir cogiendo el hilo. Así cuando te pongas de parto, Gertru, no notaremos tu ausencia. Y entiéndeme bien. Tú sabes que te echaremos de menos.
—Claro, doña Consuelo.
—¿Y qué tal?
—¿Qué tal qué?
—Pero, bueno, ¿no ibas ayer al médico?
—Ah, sí, claro. Perdone, doña Consuelo, como todo va bien no me acordaba —los colores se le subieron a Gertru, que terminó con unas toses forzadas.
—Cuanto me alegro, hija.
—Y ya no tié que volver, el doctor Ullastre le ha dado la alta.
—Y se la dejado en casa.
—¿A quién?
—A la alta, Reme. Se dice el alta médica.
—Ah. ¿Y qué más da?
—Dejémoslo y pongámonos con la labor. Sino, sois capaces de estar las cuatro horas de palique. Voy a por ella. Ay, Señor cada vez me cuesta más levantarme. Y tú, Susana, pon la radio.
Cuando doña Consuelo salió del gabinete, Reme, dolida por la corrección no pudo por menos que devolvérsela.
—Le dijo la sartén al cazo(5). Si es ella la que no calla ni para de preguntar. ¿Y qué la hubiera costao encender a ella la radio? Tié que molestar a otra.
—Calla, chica, que te va a oír. Menudos humos traes tú hoy.
Susana bajó la cabeza y sonrió. Gesto que la pareja de criticonas vio perfectamente.
Susana bajó la cabeza y sonrió. Gesto que la pareja de criticonas vio perfectamente.
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[Continuará]
(1)Si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes. Esta frase se le atribuye a Guillermo Arriaga Jordán, escritor, guionista, productor y director de cine mexicano.
(2)DRAE, 2014, “espantanublados: 1. m. Persona inoportuna que interrumpe una conversación o descompone un proyecto. 2. m. coloq. Tunante que andaba con hábitos largos por los lugares, pidiendo de puerta en puerta y haciendo creer a la gente rústica que tenía poder sobre los nublados.”. Ya lo recoge el diccionario de Autoridades de 1732, aunque solamente con la segunda acepción del DRAE.
(3)Estar hecha una Magdalena. Supongo que todas sabemos de donde viene esta frase proverbial, sí, de María de Magdala, la prostituta más famosa anunciada por la Biblia. Lo que quizá sea más curioso es porqué se llaman así esos bollos tan característicos y caseros (hoy menos). Como goteaban mucho al ser mojados en leche o en café, se tomaron esas gotas como lágrimas y como la religión estaba presente en todo, si lloraban (goteaban) mucho, pues era como la Magdalena que tanto lloró por sus pecados al conocer a Jesús de Nazaret. Fuente: (?) no recuerdo donde lo leí.
(4)Por los cerros de Úbeda. Hay varias versiones sobre el origen de este dicho que aparece en el Vocabulario de Correas, en el diccionario de Autoridades e incluso en el Quijote. En el Porqué de los dichos de J. M. Iribarren se hace mención a un alcalde de esos lugares que perdió el seso por una garrida moza que vivía en los altozanos de esa localidad jienense, y cuando no estaba a lo que tenía que estar le decían “No se vaya usía por los cerros de Úbeda”. Otra opinión afirma que esta expresión tiene origen en el año 1231, en el que el rey Fernando III de quiso reconquistar Úbeda. Preparó un gran ejército para derrotarlos, pero un grupo de hombres, bajo el mando del capitán Álvar Fáñez “el Mozo”, no apareció cuando se le precisó. Tras el éxito del rey, el citado capitán se disculpó y adujo en su defensa a que se había perdido por los cerros de Úbeda.
(4)Por los cerros de Úbeda. Hay varias versiones sobre el origen de este dicho que aparece en el Vocabulario de Correas, en el diccionario de Autoridades e incluso en el Quijote. En el Porqué de los dichos de J. M. Iribarren se hace mención a un alcalde de esos lugares que perdió el seso por una garrida moza que vivía en los altozanos de esa localidad jienense, y cuando no estaba a lo que tenía que estar le decían “No se vaya usía por los cerros de Úbeda”. Otra opinión afirma que esta expresión tiene origen en el año 1231, en el que el rey Fernando III de quiso reconquistar Úbeda. Preparó un gran ejército para derrotarlos, pero un grupo de hombres, bajo el mando del capitán Álvar Fáñez “el Mozo”, no apareció cuando se le precisó. Tras el éxito del rey, el citado capitán se disculpó y adujo en su defensa a que se había perdido por los cerros de Úbeda.
(5)Le dijo la sartén al cazo: no te acerques que me tiznas. Podemos leer en El Quijote: «- Paréceme -respondió Sancho- que vuesa merced es como lo que dicen: ‘Dijo la sartén a la caldera: Quítate allá, ojinegra’. Estáme reprehendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos», (Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha (II-cap. 63, pág. 1063, edición del IV centenario, RAE, Santillana Ediciones Generales, 2004). Que quizás sea el origen de este refrán. Si bien en Hispanoteca.eu se citan dieciocho versiones del mismo, tal y como lo decimos ahora, al menos en Madrid, parece ser que lo divulgó Samaniego, según leo en etimologías.com: «[...] origen parece estar en cambio en una fábula inédita de Samaniego, que se quedó fuera de sus célebres “Fábulas en verso castellano” por la censura del editor. [...] se dice: ”– Eres mezquino, que permites que te quemen el culo cada día (le dijo la sartén al cazo)”. El editor consideró que una frase de este tipo era inadecuada en aquel momento, [...]. Samaniego, que se mostró muy contrariado por la que él consideraba “una de las mejores fábulas de la colección”, la hizo circular en libelos y pasquines que al final consolidaron la expresión en el habla cotidiana».
Ya leo que hoy va de refranes... y tienes unos cuantos y se agradece saber su origen. También leo que hay que nuevos proyectos, nuevos personajes y que como sigas añadiendo, tendré que repasar cada semana el del lunes anterior para que mi memoria no me falle... Me ha impresionado la historia de doña Pepita y el aparador, y el matrimonio de Carmina y Cirilo debe ser una "aventura" cada día, ya veremos qué papel le encomiendas en la historia, que espero no se te "diversifique", aunque como tú has dicho más de una vez, los personajes tienen vida propia y a veces no se sabe si se van por los Cerros de Úbeda, je, je... Hasta el próximo capítulo. Abrazos
ResponderEliminarHe pensado publicar la lista de personajes, como hacía el editor de las novelas de bolsillo de Agatha Christie. No es mala idea. Tienes razón, hay que considerar que leéis la entregas cada siete días y quizá esto despiste un poco. Lo pensaré, pero seguro que lo hago e incluyo un enlace en todas las entregas. Según lo escribo, me convence más la idea. Luego me pongo. Gracias, Ligia. Un abrazo, JC.
EliminarYa está publicada la lista de personajes, por tu culpa (jeje). JC.
EliminarQué, por cierto, está la nota 3 después de la 4... ji, ji...
ResponderEliminarEres una "sinvergüenza", mira que reírte (ji, ji) de mis errores. Ya está corregido. Gracias.
EliminarAquí de nuevo. Me alegra que con el tiempo algunas cosas hayan cambiado. Sólo tengo una pequeña duda. ¿la Gertru se va a enamorar de Don Mauro "de verdad", o es solución a "su problema"?
ResponderEliminarBueno, aún en contra de no mantener la intriga te diré que sí, que la cosa va en serio y es uno de los ejes de esta historia, pero hasta que se haga realidad pasan muchas cosas, no va a ser tan sencillo como "chico conoce a chica y se casan". En la trama cumplen la función de la convergencia de dos clases sociales tan alejadas en aquellos tiempos. Bueno, y en estos también, qué narices. Gracias, Varinia, por tus dudas que también fueron las mías. Un saludo, JC.
ResponderEliminar👍☺
EliminarJolin, y ahora a quien te has cargado??? espero que pongas tambien a los muertos en la lista de personajes para no perdernos... cada ves se pone la cosa más interesante.
ResponderEliminarBesos,
¿O sea, que me los cargo yo? (jejeje) Vaya por Dios. Acabo de hacer el borrador de los personajes para publicar y la verdad es que se tiene que morir alguno, porque son muchos (+jeje). Gracias, Ayra. Muchos besos, JC.
ResponderEliminar¡Qué intriga!
ResponderEliminarEsto va camino de convertirse en un thriller, ¡qué bien!
Cq.
En una novela costumbrista tiene que pasar de todo. Y en una mía más, porque yo tengo muy malas costumbres, jeje. Pero tanto como un thriller, no creo, jeje. Gracias y besos, tu Cq.
EliminarHola Jc: Hoy he madrugado ¡Ja!. Me parece un acierto el poner en lista los nombres de personajes y su identificación, así si alguien se despista recurre a la relación y se sumerge de nuevo en la lectura.
ResponderEliminarLa entrada de éstos y las novedades son precisas para no estancarse e impulsar de nuevo la atracción dando colorido.
Uff, despues de dos relatos seguidos, una semana me va a parecer bien larga.
Saludos.
Buenas madrugadas, Nita (jeje). La idea es de Ligia, ella es la culpable. Una se mana se pasa volando. Gracias. JC.
EliminarQue retraso llevaba, pasé la semana pasada rápido y solo vi la lista de los personajes, y el capitulo ha estado de lo mas interesante, voy a ver el de esta semana.
ResponderEliminarSaludos.
Chary :)
Gracias, Chary. Voy contestándote a golpes, ya he tomado las medidas para que me avise cuando reciba un comentario vuestro. Siempre se aprende algo. Saludos,
ResponderEliminarJC
Gracias, Chary. Voy contestándote a golpes, ya he tomado las medidas para que me avise cuando reciba un comentario vuestro. Siempre se aprende algo. Saludos,
ResponderEliminarJC
Que buenas lecciones nos van dando los personajes JC y qué intriga!
ResponderEliminarSigo poniéndome al día, una vez más gracias!
Besitos