Sintimiento’s
Tópicos
Porqué he publicado tarde
La fuerza de Dikembe
Quiero morir soñando
¡Defended la confianza!
Y tantas cosas más
Ayer,
después de muchos tirones, se me rompieron, y a la vez, dos ”sintimiento’s” irrompibles. ¿Cómo pudo
ser? Porque todo se rompe, seamos sinceros. Y más cuando se manejan tópicos tan
frágiles como el amor y la confianza. O la inercia y el interés. Que, cada uno,
depende de las circunstancias, los nombre como quiera. Y, como digo, los “sintimiento’s” se me truncaron a pares.
Es decir, mi confianza y la tuya. La suya y la mía. ¡Qué más da! No se puede
vivir en sociedad sin confianza, al igual que sin ”sintimiento’s”. Es cosa de dos, como mínimo. Siempre defendí, para
que me entiendas, que yo tenía la obligación de creer a quien amo y respeto,
acaso otro tópico. Eso se ha llamado siempre lealtad. Sea ese quien familia
nuclear, sea amistad, sea uno de mis mayores. Nunca cuestionaré el hecho de que su
versión, su percepción fuera la más cercana a mi realidad, a sus intereses,
quizás. ¡Pero, hombre!, ¿cómo voy a dudar de quien siempre buscará mi bien? Y
ahora viene lo curioso: sé que esa compañera elegida, esos hijos que me han
regalado, esos padres que me tocaron, y esos amigos que la vida puso en mi
caminar me han mentido una, dos, tres veces. Muchas. Como yo a ellos. Y me baso
en el cálculo de probabilidades. ¿Cuánto mentimos al cabo del día?
Pregúntatelo. Así me ahorras a mí la respuesta. ¿Por qué? Simplemente es así.
No hay que buscarle tres pies al gato. La mentira es tan necesaria como la
verdad. A mí ya no me importa el motivo. Ahora creo que es más importante el
amor y la confianza. Como Mario Benedetti gritaba: ¡Defender la alegría!, yo
grito con ”sintimiento”: ¡Defender la
confianza”. No es la verdad de un acto en una vida lo que hay que medir, sino
la verdad de esa vida. Y cuanto más larga, más difícil de medir. También siento
que cuando se produce la ruptura de los ”sintimiento’s”
irrompibles, al ser recíprocos, sufre tanto uno como dos. O tres o cuatro, si
cabe. Es como la envidia, al menos, destroza a uno: al envidioso. Y hablo de
primera mano cuando expreso que esto ocurre con personas, como yo, que son
rígidas en sus creencias. Ya sabes, el junco no se quiebra porque es flexible.
Cada uno tiene su esencia, ya que todos compartimos virtudes y defectos,
pecados y gracias, miserias y venturas, decencias y vilezas… Y esa naturaleza
es tan respetable en unos como en otros. ¿O esto es también una creencia
rígida? No lo sé… La verdad es que uno ya duda y llora por todo. Será la edad,
ja, ja. Y te preguntarás a qué viene todo esto. Pues viene a que no fui rígido
cuando quise. No pude. Qué ironía, ¿no? Pero no se puede saber de antemano. O
acaso el otro camino hubiera sido peor. Y otra frase popular: Solo se equivoca
quien decide. Pues no. Este tópico lo desmonto yo ahora mismo. Yo me equivoqué
al consentir, no al decidir. Y ahora no me digas que también se decide por
omisión. No me fastidies el discurso, ¡hombre o mujer! Eso sí, lo hice por
amor. Al menos eso creo yo. Lo siento, te meto en otro tópico: Por amor solo
pueden nacer bendiciones. Pues tampoco. Recuerda las últimas noticias o lo que
vive don Quijote o Romeo y Julieta. Hay más motivos para echar abajo esa
estupidez de la bondad del amor. Igual que esa que afirma que se es padre toda
la vida. O hijo mientras viven tus padres. En cuanto a lo segundo, os puedo
jurar que mi madre parió cuatro hijos que espero sigan vivos. Y al final de sus
días, había criado a tres cuervos y un hijo. En el otro sentido conozco, porque
lo he vivido muy cerca, la situación de una madre que quiso serlo por tres
veces para afirmar que era tan merecedora de un hijo normal como tú o como yo.
Y se volvió loca porque nunca entendió cómo se puede odiar a un hijo. Siendo
esto fuerte, también me demuestra que es erróneo el dicho: Una madre siempre es
una madre. ¿O no conoces tú algún caso de recién nacido tirado a un contenedor
de basura? Para no dejarte mal sabor de boca te diré que a esa madre
consiguieron meterla en vereda los psiquiatras cuando la separaron de ese hijo
y admitió que no era anormal odiar. Porque no lo es, ¿verdad? ¿No odiamos casi
todos? Con esto me voy a otro tópico: Cualquiera puede matar si se dan las
circunstancias. O al menos lo ha deseado. Yo lo he intentado esta mañana con
Dikembe. La gente, mientras paseaba e intentaba el infanticidio, me miraba y
ponía cara de preguntarse: ¿Qué hace ese tío llorando, escribiendo y paseando
con un Chupa Chups en la boca? ¡Y A USTÉ QUÉ LE IMPORTA! Lloraba porque Dikembe
iba a ser inmortal, porque iba a formar parte de una historia que, en algún
momento, alguien descubriría y le serviría para algo. Lloraba porque era la
primera vez que quería dejar voluntariamente colgadas a algunas personas que no solo habían
confiado en mí, sino que me habían dado su tiempo, su apoyo y fuerzas para
seguir. Y que me habían escuchado. Y es curioso que sea por estas personas, no
por las mías, que no tire la toalla, que no mate a Dikembe con el silencio. Desde
ayer pensaba que no podía soñar más sobre el papel, mi única pasión ya permitida. Y esta tarde pienso que si no, ¿qué hago?
Me he dejado tanto en el camino, voluntaria e involuntariamente, que como dije
el otro día a mi hijo soy un exfumador arrepentido. En contra de casi todo
aparece un amiguito de dos años en el parque, me ve al saludarle desde lejos y
viene corriendo con su bicicleta sin pedales, la tira al suelo y se me cuelga
del cuello. Me dice su cuidadora que ni siquiera lo hace con sus padres. Y me
acuerdo de mi niño negro. Con ellos colgados y dentro de mi abrazo me viene el
recuerdo de una vivencia reciente. Me doy cuenta de que tengo a mi favor un testigo
ocular y ”sintimiental”, aunque dicen
que son los peores. Un testigo de cómo quise ser porque me conoció con
dieciséis años. Si bien pienso que no puede ser mejor el testigo. Y me baso en
otro tópico: Es mi suegra. Sí, mi madre política se ha dado cuenta de una
minucia a la que me agarro como a Ernesto, el de la bici sin pedales. Antes de
ayer, un mayor me dio otra lección y hoy un niño. Y no es porque yo defienda la
gerontocracia ni la infantocracia.
Pero deberíamos escucharles más, aunque sufran de alzhéimer o no sepan hablar.
El caso es que Veva, sin documentarlo, afirmó algo así como que ha seguido
defendiendo su criterio porque yo comenté algo un día y claro, el comentario de
una persona que lo da todo merece la
pena ser seguido. ¿Yo una persona que lo da todo? ¡Anda!, pues es verdad. Y qué
quieres que te diga, pues se me saltaron las lágrimas. Y no a mí solo. Así es
que no solo siento a mi lado a un cuervo,
también a una bruja y a un descastado.
Quién lo iba a decir. Y otro refrán: Tres son multitud. Para lo bueno y para lo
malo. Si hay un dios, Veva, que él te bendiga, y a ti Ernesto también. Aunque
yo, como en la India, prefiero que haya muchos dioses, así tendréis más votos
para entrar en el nirvana, en el cielo, en el sheol o en la yanna. Me da igual.
No quiero acabar sin decir que ponerse al lado del que un día va a volar no
tiene sentido cuando el que se queda sabe qué piensas del que se va, porque esa
ave vuela y te quedas en el nido con tu supuesto enemigo. Y a ver qué coño
haces después. O le echas del nido o te vas tú. Y, aparte de saber que el otro
piensa y siente igual que tú, ese presunto adversario es quien ha pecado por
omisión y por amor, como supone él. Y lo malo es que ya no te dejen acariciar lo que más deseabas.
Que ya no te dejen mentir. Si no fuera por el de los e-mail, la testiga y el
ciclista sin pedales me sentiría solo. Pero mejor solo que amordazado, ¿no? ¿O
sí? No lo sé.
Lo que sí tengo claro, aparte de las pruebas oculares
expuestas, es que en todo lo que escribo, y sobre todo en esta queja,
confesión, explicación o lo que tu juzgues que sea este escrito, lo primero que
se hace patente es mi orgullo, mi vanidad, mi egoísmo y mi hipocresía. Mis
mentiras y, por supuesto, mis ”sintimiento’s”.
JC