Entre puntada y puntada
XVI
XVI
Un tanto acalorada y tarde llegó la pareja a la Plaza de Olavide con su pañuelo blanco contra el que destacaba el clavel rojo o el rosa, la blusa blanca y la larga falda a lunares, unos rojos y los otros fucsia. Allí, donde estuviera el puesto de frutas y verduras por la mañana, paseaba Venancio en círculos, un tanto impaciente. Vestido de chaqueta corta, camisa y pañuelo al cuello blancos, pantalón ceñido negro, y con su castiza parpusa(1), aquel frutero no lo parecía. Fumaba su cigarro de picadura como si fuera el último, mientras colocaba, una y otra vez, el clavel blanco en la solapa. Al verlas venir, tiró la colilla y se restregó las manos una contra otra, se las miró y las introdujo a medias en los bolsillos de la chaqueta. Así vestido, nadie hubiera dicho que se trataba de un isidro(2) en vez de uno más de la capital.
—Porqués verano, sino diría que ha llegao la primavera —saludó galante.
—¿Y esas pintas? Paeces un figurín —. Piropeó a su vez la Reme.
—Uno, ques astuto y prevenío. Hay questar a la que salta.
—¿Y nosotras saltamos? Porque, que una sepa, no somos ranas.
—Y si así fuese, el menda se haría sapo.
—Déjalo quieto. Dejemos las cosas como están.
—De momento, porque uno tratará de que acabe bien la fiesta.
—No nos podemos retirar mu tarde, eso que vaya por delante —avisó la Gertru.
—Nos procupéis, la verbena está bien cerca si cogemos el metropolitano, yo invito(3).
—Mira el potentao. El frutero se nos ha hecho marqués.
—Porque macompañan dos princesas. Vamos a la verbena de Atocha. Esta mañana me ha dicho un pájarito que merece la pena.
Estación de Chamberí 1921, desaparecida. De www.treneando.com |
—Con faldas, seguro.
—Y pañuelo y flor en el pelo, como vosotras, pero na que ver con los cuerpos, que más quisiera Correos. En demás era manola(4), y a mí las que me gustan son las de Chamberí.
—Las chulapas(5), ¿no? Aunque a mí me da que te gustan todas.
—Todas las que se os parecen, claro.
—Hasta has cambiao la forma de hablar.
—Es que, en yendo a la verbena, hay que ir de chispero(6).
—Los chulapos son de aquí al lao, del barrio de Maravillas. Así que…
—En mi pueblo somos tos pozueleños y pozueleñas. Vaya lío tenéis aquí. No hay quien dé puntá.
—Nosotras tos los días.
Y con estos pequeños tiras y aflojas, en otros tiempos cortejar, pelar la pava, ligar o vacilar, se encaminaron alegres hacia la glorieta de Carlos V donde les esperaba el organillo, el chotis, los barquillos, el tío vivo, el tubo de la risa, las casetas de tiro, la horchata o el agua de cebada, los churros, las garrapiñadas, los aguadores… Todo un universo en el que por unas horas, dos a lo sumo, dejarían de ver pasar la vida para que la vida se distrajera un rato y les dejara en paz.
Tubo de la risa, postal. De www.todocoleccion.net |
———— o O o ————
Llegado al casino, don Mauro no paró de saludar a los muchos socios con los que se encontró y le reconocieron. Harto quedó de que le preguntaran por los motivos de su ausencia, y de recibir pésames y condolencias por lo que ocurriera tres años antes. Al cabo de la media hora, ese hartazgo trocó en tristeza, y ésta en rabia. Había sido mala idea ir al Casino. Lo que en otras ocasiones le había provocado solaz, ese día turbaba su paz interior. Por ello decidió irse y dedicar la tarde a Juanín. Balín, que vivía cerca del embarcadero de Atocha, le había dicho esa mañana que en la gran plaza se estaban instalando atracciones infantiles. Esta vez sí usó un simón, el punto estaba justo enfrente del Casino. Y en ese mismo carruaje, con Juanín y Servanda, se encaminó hacia la Glorieta de Carlos V. Durante el trayecto, el ama no paró de protestar sobre el hecho de que ella estaba mejor en casa, pero al ver los ojos y la cara del niño al bajar del coche de punto y observar aquella explosión de alegría, animales de cartón, fieras dibujadas, músicas, subir y bajar de gentes, guirnaldas, banderitas y globos multicolores, barracas engalanadas, ya se sintió feliz de haber ido. Don Mauro, junto al tiovivo, trató de convencer a Servanda de que se subiera con Juanín, pero ésta declinó la invitación con una tozudez tan grande que sólo era posible debido al miedo de dar vueltas sin parar al ritmo de la inconfundible música de la atracción.
—Deje, deje, me voy a subir yo en uno desos trotones que no andan y dan saltos… No, no señor. Se sube usté con él, que pa eso es su padre y nos ha traído aquí.
De flickr.com |
Y así fue, la argumentación no dejaba otra salida. Padre e hijo, encaramados a un caballo blanco, subieron y bajaron mientras daban vueltas. Juanín reía, seguro en el alazán por la mano que sentía en la tripa y por notar en su espalda el cuerpo de su padre. Y don Mauro también contento por ver disfrutar al crío. La velocidad de giro permitía ver una panorámica de trecientos sesenta grados de la verbena. Por ello pudo distinguir entre la muchedumbre el suave contoneo de Reme y a su lado a Gertru y a un chulapo que les acompañaba. Los tres reían, mientras Gertru señalaba el tubo de la risa. A la siguiente vuelta ya no les encontró, a pesar de buscarles insistentemente con la mirada. Terminadas las vueltas, Juanín quiso repetir, esta vez subido a un cerdo rosa que sonreía. El padre quiso intentar el relevo, pero se encontró con un no dibujado en los labios del ama. Otro turno de vueltas que usaría infructuosamente para buscar a la pareja de jóvenes. Tras el tiovivo tocó el turno al carrusel donde Juanín eligió un pequeño tranvía para dar vueltas. Fue su primer viaje solo. Su padre sólo pudo sacarle del cisne en el que se apalancó prometiéndole que iba a subirle en la noria y que iba a ver la feria como la ven los pájaros. En la noria no repitió, aunque no le desagradó. En ella y cuando alcanzaba su cenit, don Mauro aprovechó para intentar localizar a Gertru o a Reme, pero no lo logró, había tantas jóvenes con pañuelo a la cabeza que el gentío más parecía la Rosaleda.
—Deberíamos de irnos ya, don Mauro.
—Juanín se lo está pasando fetén como dicen los castizos, Servanda.
—Ya, pero tiene que cenar y está muy cansado.
—Eso se arregla con unos churros. ¿le gustan a usted?
—Sí, pero no creo que sea comida pa un crío de tres años.
—Casi cuatro. Y un día es un día.
Pero no hubo ocasión. Juanín ya se negaba a andar. Entre eso y la gran concurrencia de personas, don Mauro optó por cogerle en brazos. Y allí el niño cayó dormido como un bendito.
—Vaya por dios.
—Ya se lo había dicho. Estaba agotao, no está acostumbrao a tanto meneo.
—Pero lo ha pasado muy bien, eso es lo que importa.
—La verdá es que sí.
En ese momento se dieron de bruces con el trío que tanto había buscado don Mauro. Su hijo le sirvió de parapeto para disimular la turbación que le inundó.
—Mira, mira, Gertru —fue la Reme quien les vio primero—, si es don Mauro y compañía.
—Sí… Esto… Es que hemos traído a Juanín a su primera verbena —contestó don Mauro que buscó la mirada cómplice del ama—. Servanda ha insistido y soy fácil de convencer.
Servanda estuvo a punto de protestar, pero en ese segundo de duda, se dio cuenta de que su papel era servir de excusa. Hubiera muerto antes de dejar en evidencia a su señor. Por eso cayó, de momento.
—¿Y qué tal?
—Ya ve, Gertru —el tono de voz de don Mauro convenció a Servanda de quién era la mujer que su señor quería meter en casa—. Juanín está agotado, y no menos nosotros. ¿Verdad, Servanda?
—Verdá, señor.
—Ya nos íbamos.
—Y nosotros también. No queremos llegar tarde. Mi madre está sola.
—Muy bien, pues nos vamos todos juntos.
—Pero, caballero, yo he traído a estas señoritas y yo las dejaré en su casa—Venancio marcó su territorio.
—No seré yo quien se lo impida a usted, señor, solo quiero hacérselo más cómodo y fácil. Vivimos en el mismo portal y sería un desperdicio que no aprovecháramos el viaje. Pensábamos volver en un coche de punto.
—Pero en un simón no cabremos— se opuso Venancio.
—Pues alquilamos dos. No hay problema, nos harán mejor precio, yo me encargo de todo, no se preocupe.
—Yo nunca he montado en uno —exclamó la Reme.
—Ni yo tampoco —se sumó la Gertru.
—Pero lo ha pasado muy bien, eso es lo que importa.
—La verdá es que sí.
En ese momento se dieron de bruces con el trío que tanto había buscado don Mauro. Su hijo le sirvió de parapeto para disimular la turbación que le inundó.
—Mira, mira, Gertru —fue la Reme quien les vio primero—, si es don Mauro y compañía.
—Sí… Esto… Es que hemos traído a Juanín a su primera verbena —contestó don Mauro que buscó la mirada cómplice del ama—. Servanda ha insistido y soy fácil de convencer.
Servanda estuvo a punto de protestar, pero en ese segundo de duda, se dio cuenta de que su papel era servir de excusa. Hubiera muerto antes de dejar en evidencia a su señor. Por eso cayó, de momento.
—¿Y qué tal?
—Ya ve, Gertru —el tono de voz de don Mauro convenció a Servanda de quién era la mujer que su señor quería meter en casa—. Juanín está agotado, y no menos nosotros. ¿Verdad, Servanda?
—Verdá, señor.
—Ya nos íbamos.
—Y nosotros también. No queremos llegar tarde. Mi madre está sola.
—Muy bien, pues nos vamos todos juntos.
—Pero, caballero, yo he traído a estas señoritas y yo las dejaré en su casa—Venancio marcó su territorio.
—No seré yo quien se lo impida a usted, señor, solo quiero hacérselo más cómodo y fácil. Vivimos en el mismo portal y sería un desperdicio que no aprovecháramos el viaje. Pensábamos volver en un coche de punto.
—Pero en un simón no cabremos— se opuso Venancio.
—Pues alquilamos dos. No hay problema, nos harán mejor precio, yo me encargo de todo, no se preocupe.
—Yo nunca he montado en uno —exclamó la Reme.
—Ni yo tampoco —se sumó la Gertru.
Ante este ataque inofensivo y frontal, Venancio no pudo más que ceder.
—Sea.
—A este caballero —se interrumpió la Reme—. Don Mauro este es Venancio. Venancio, este es don Mauro. Te decía que a este caballero le debemos mucho. Ya temos contao que la Gertru está convaliente de una herida en el, en el…
—Convaleciente de una herida en el abdomen —ayudó don Mauro.
—Sa encargao de to lo de la Gertru.
Por la explicación Venancio intuyó que los intereses del otro hombre no coincidían con los suyos y se relajó un tanto.
—Entonces, no hay más que hablar.
La conversación discurría mientras salían del meollo de la feria y se dirigían al punto donde esperaban los carruajes. En el silencio que se produjo don Mauro pensó que las circunstancias eran favorables. Y así, al llegar a la altura del primer simón hizo públicas sus intenciones.
Coche en la Puerta de Alcalá, 1930, De soscaballolosino.com (Julio Sánchez Rodríguez, AFCM) |
—Suban ustedes a éste, Gertru, Juanín y yo iremos en el de atrás. Quisiera tener unas palabras con ella, y éste no creo que se despierte.
Ofrecimiento que Venancio respaldó y terminó por dejarle claro que la pieza que andaba buscando aquel caballero, que parecía más un aristócrata que un isidro, no era la Reme. Así que el frutero metió prisa a la madura, para que subiera primero y así sentarse junto a la Reme que iría en medio. Tras lo cual, como si fuera el dueño del coche, ordenó al conductor con toda educación:
—Por favor, a la calle Españoleto.
—¿Número?
—Cuatro —contestó la Reme ante la interrogante mirada de Venancio.
—Chica, vaya golpe tas dao —. Señaló Servanda el poco brazo desnudo que la Reme enseñaba.
—Sí, y ma dolío. Ha sido en el tubo de la prisa. Pero me reído un montón.
—No sé como os gustan esas cosas.
—Porque son jóvenes —contestó desde el pescante el cochero.
———— o O o ————
Doña Consuelo a punto estuvo de perderse el nuevo capítulo del serial. Justo después de irse las dos mentirosas, llamaron a su puerta. Era la señora Julia y una sobrina.
—Perdone usté doña Consuelo, pero mescapao un momento de la portería. De ahí las prisas que traemos. Esta es la Susana, hija de mi hermana. Es mu apañá. Ha estudiado en las monjas y lan enseñao a coser y eso. Por si usté necesita de otras manos. He oído que tié a una de las modistillas preñá, que digo yo que algún día dará a luz. Ella es mu callá y educá, ¿verdá, Susana?
—Sí, tía.
—Sí, tía.
—Muy bien Julia. Lo pensaré, aunque seguramente la necesitaré. Si tiene algún trabajillo hecho, pues me lo manda con ella, ¿le parece?
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—Es que yo prefiero esto a buscarle una casa, sabe usté. Ya sabemos lo que pasa, y como es tan jovencilla, me da no sé qué quempiece a ganarse la vida fregando y eso, ¿sabe? Porque casas no la faltan, pero yo, ¿sabe? Yo prefiero que cosa y se venga con usté, ¿sabe?
—Bueno, pues quedamos en eso entonces —apuró doña Consuelo con un ojo en el reloj de pared del recibidor y pensando en las prisas de la portera—. Ea, que me están esperando y no me he arreglado.
—¿Y las chicas? ¿No han venío hoy? —la Julia aprovechaba todos los momentos para poner el oído, aun no estando en su tabuco.
—Ya le he dicho que me esperan, por eso se han ido antes. Muchas gracias a las dos —se apresuró la señora de la casa a abrir la puerta—. Entonces, Susana, cuando quieras, me traes unas labores y ya veremos.
—Sí, señora, y muchas gracias.
—De nada, hija, de nada. Adiós, señora Julia.
—Adiós, doña Consuelo, y no se olvide usté de mi sobrina, ¿sabe? Falta le hace. A ella y a su madre.
—Adiós, adiós.
[Continuará]
(1)El DRAE no recoge esta palabra, pero una parpusa es es un tipo de gorra, típicamente asociada al indumentaria tradicional de los chulapos de la ciudad de Madrid. Cuenta con una pequeña visera adherida al frente de la gorra, lo cual le da un aspecto característico, y está realizada con una tela de pequeños cuadros blancos y negros. Fuente Wikipedia.
(2)DRAE, 2014: “isidro. m. y f. En Madrid, aldeano incauto, especialmente el que acude a la capital con motivo de las fiestas de San Isidro”. “Llamar a alguien isidro era sinónimo de paleto o palurdo, porque eran los hombres del campo que llegaban a Madrid especialmente por la celebración de la Fiesta de San Isidro. Venían con sus paveros de ala, sus trajes de pana y el refajo, generalmente cargados con productos del campo y de matanza…”, aquí se puede leer.
(3)Las primeras tarifas de metro contemplaban dos clases: 1ª y 2ª. El billete sencillo costaba 15 y 20 céntimos respectivamente, y el billete de ida y vuelta 25 y 30 céntimos en cada caso. En 1920 un litro de leche costaba 20 céntimos, de peseta, claro.
(4)DRAE, 2014: “manolo, la. m. y f. Persona de las clases populares de Madrid, que se distinguía por su traje y desenfado”. Con un matiz, según albherto’s.com, “Por manolo y manola se ha conocido desde el siglo XVI a los madrileños del Barrio de Lavapiés y aledaños, no siendo extensible, como hoy equivocadamente se piensa, a todos los madrileños de los barrios bajos.
(5)DRAE, 2014: “chulapo, pa. m. y f. chulo (‖ individuo de las clases populares de Madrid).
(6)DRAE, 2014:“chispero. (Por la abundancia de herreros que había antiguamente en este barrio) .m. coloq. Hombre del barrio de Maravillas de Madrid. El chispero Malasaña". Aunque hay quien opina que son de Chamberí.
Primera vez que oigo lo de "parpusa", aunque la gorra de chulapo sí la conocía. Me he sumergido en las ferias de antaño y me ha llegado el olor a las garrapiñadas, al algodón (yo lo llamaba guata), y las voces de los que invitaban a comprar numeritos en la tómbola "que siempre toca" (y nunca me tocaba...), sobre todo con motivo de las Fiestas del Cristo de La Laguna en Septiembre.
ResponderEliminarEste capítulo nos deja en lo más interesante de la posible declaración de don Mauro, a ver si se decide, aunque me da la impresión de que la Gertru está "in albis" a ese respecto. Seguimos a la espera. Abrazos
P.D.- Alguna cumpleañera por ahí?
Curioso lo de guata y más entre puntada y puntada, jeje.
EliminarDicen que los olores son de aquellas cosas que fijan más los recuerdos, sera porque el "almacén de recuerdos" está pegado a las "narices" del cerebro.
Gracias, Ligia, y sí, hay una cumpleañera por aquí, supongo que lo lea, pero se lo recordaré. Por cierto, yo todavía no la he felicitado, ¡Madre mía! Un abrazo, su JC.
Y otra semana más intrigada... ¡Me gusta! En la siguiente entrega muy mal se tiene que dar para que no haya declaración.
ResponderEliminar¿El tubo de la risa? ¿En qué consistía?
Felicidades a la cumpleañera.
Cq.
Me alegro que te guste.
EliminarEL tubo de la risa es un cilindro de unos dos metros de diámetro donde se introducía la gente. A partir de ahí, el tubo rotaba sobre su eje unos 90º para un lado,volvía a la posición inicial, y volvía a rotar hacia el otro. Es evidente porqué ya está prohibido.
Le traspaso tus felicitaciones y las mías (que se me han olvidado). Tu Cq.
Ya estaba yo impaciente. Empecé a leerlo la semana pasada y me gustó tanto que tuve que leer desde el principio. Me encanta la historia. Esperaremos al próximo lunes. Saluditos.
ResponderEliminar¡Cómo me agrada tu comentario, Varinia.
EliminarMuchas gracias y un saludo. Su JC.
Tal y como haces giros en la historia creo que el tema de la Bertru y don Mauro no cuajará y eso que te lo has currado, eh??
ResponderEliminar"Ca uno que piense lo que quiera", jeje. Veremos qué pasa. Gracias, Ayra. Un saludo. JC.
ResponderEliminarPos yo quiero que cuaje!
ResponderEliminarMe encanta tu comentario, Beatriz. Un poco de paciencia. Un saludo y gracias. JC.
EliminarBueno no sabemos si en el próximo capitulo habrá la declaración que estamos esperando y sobre todo la respuesta que intuimos, pero está tan interesante con la puesta en escena de otros personajes que seguro que me gusta lo que pase.
ResponderEliminarSaludos.
Chary :)
Gracias, Chary. Como dicen por ahí, todo se andará. Un aludo, JC.
ResponderEliminarBueno no sabemos si en el próximo capitulo habrá la declaración que estamos esperando y sobre todo la respuesta que intuimos, pero está tan interesante con la puesta en escena de otros personajes que seguro que me gusta lo que pase.
ResponderEliminarSaludos.
Chary :)
Me encanta el ingenio o gracia de la berborrea madrileña y en éste capítulo se pone de manifiesto en los jóvenes. He conocido alguna persona así y es imposible quedar impasible. Levantan la moral hasta al más pesimista. El andaluz le sigue en ésta cuestión.
ResponderEliminarTampoco conocía el nombre de la gorra como parpusa, hay que ver lo que estamos aprendiendo. Estupendo Jc.
Saludos.
Ya te echaba de menos, Nita. Pero ahí estás, como siempre, a esas horas intempestivas. Esa verborrea creo que ha dado a luz la amabilidad del madrileño. Esa forma de hablar castiza, se ha perdido. Salvo, excepciones, creo que en Madrí acogemos al de fuera como si no lo fuera. Gracias, Nita. Saludos, JC.
ResponderEliminarQue intriga!
ResponderEliminarSe acerca el momento de la declaración... Y la Gertru en babia... A ver que cómo nos sorprendes.
Me ha encantado conocer la glorieta de Carlos V y las diversiones de la época!
Gracias JC
Besitos
Gracias, Amanda. Sé que no soy muy original en mis respuestas, pero es lo que me sale, el agradecimiento, lo que me quedo es con la grata obligación de no defraudar, con el sentimiento de no escribir solo. Gracias y un beso.
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