Entre puntada y puntada
XII
Reme obligó a Gertru a caminar por la calle como las tortugas. Cruzar la Glorieta de Bilbao fue toda una odisea, porque si bien el tráfico no era intenso, tranvías, carros, carretas, burros, automóviles y transeúntes eran un peligro a los ojos de la Reme.
Glorieta de Bilbao, Madrid 1920, de viejomadrid.es |
—¡Vaya mundidud! ¡Madre mía! —Fue el comentario de la Reme ante tal ajetreo de personas, animales y vehículos. Y ya en el portal de la casa de doña Consuelo, se sintió aliviada, aunque la Gertru protestara.
—Hija, nos tendríamos que volver ya para llegar a tiempo de la cena.
—Tú tranquila, que no hay paella pa cenar. Que nos espere. Y pon atención, aquí no se ve mucho. Y menos viniendo del sol.
Aun así, la Reme, al subir las escaleras, insistió en que su amiga descansara en cada rellano. Y por fin llegaron a la puerta del trabajo. Doña Consuelo deseandito estaba que llegaran, de tal modo que les esperaba con la puerta entreabierta, como si atisbara las noticias.
—Os he oído hablar en la escalera —disimuló la patrona, aunque fuera verdad por tener la puerta y las orejas abiertas—. Pasad, pasad, hijas. ¿Cómo estás Gertru?, te veo con buen color. Reme, acomoda a Gertru en mi silloncito. Hoy es ella la reina. Y coge los cojines que necesites. Llegáis un poco tarde, pero no importa, no lo tendremos en cuenta. Un día es un día. Y éste es especial —. Todo lo decía doña Consuelo, las chicas no habían abierto la boca ni para dar las buenas tardes—. ¿Quieres un vasito de agua? Venga, sienta, sienta, no sea que se resienta la herida. ¿Porque herida tienes, no? Claro, qué tontería… ¿Y tu padre?, ¿cómo está tu padre, Reme? Bueno, de una en una… Perdonad pero, entenderéis que esté preocupada… ¡Ay, los hombres! Por fas o por nefas(1) siempre dando problemas. Pero, no echemos la culpa al pobre señor Jesús, todavía al bandarra ese de Anselmo…
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Después de auscultar a Juanín, al que no le gustó nada el reconocimiento, el doctor Ullastres confirmó lo que Servanda ya sabía.
—No tienes porqué preocuparte de este bichejo. Está hecho un roble. ¿Qué tal come?
—Como un asturiano de bien —contestó la ama—. Y duerme como un bendito.
—Pues si las deposiciones son como deben, está todo dicho.
—Lo son, don Luis.
—Muchas gracias, Servanda. Ocúpese de él, ya sirvo yo al doctor —se ofreció el llano de don Mauro.
—Deso nada, faltaría más. Ahora mismo acuesto al guaje. Él a su siesta, le doy un hilo y él sentretiene. Y mientras les sirvo yo. No se preocupe, es muy buenín. Anden, anden, al comedor. Siéntense, voy ahora mismo. Ah, doctor, y échele un vistazo a su amigo, anda un poco… No sé, no sé… Si no fuera por lo que es, cualquiera diría que sa enamorao.
El médico sonrió ante la salida de la asturiana de pro.
—Vamos, Luis. Aquí ya sabes quien es la dueña —sonrió también don Mauro, aunque un poco forzado.
—Sí —sonrió a su vez la referida—, dueña de medias tocas(2).
—Sí —sonrió a su vez la referida—, dueña de medias tocas(2).
Al sentarse a la mesa, don Luis, medio en serio, medio en broma siguió donde acabara Servanda.
—¿No será verdad?
—¿El qué? —se hizo el despistado don Mauro.
—Lo que ha dicho Servanda —el médico no quiso repetir las palabras del ama.
—¿Y qué ha dicho?
—Que estás enamorado.
—No, ha dicho que me echaras un vistazo. Pero esta mujer se preocupa demasiado. Aunque no me extraña. Todos los hombres de su familia, marido y cinco hijos, han muerto en el frente o en la mina, pero ninguno en cama. Bendita mujer.
—Pues qué pena, porque no te vendría mal conocer a una mujer y empezar a vivir otra vez.
—Bueno, dejemos eso, por favor.
—Sea. No quiero meterme en tu intimidad. Aunque me dijiste que querías consultarme un par de cosas. Pensé que podrían ir por ahí los tiros. Pero tú dirás.
Fueron interrumpidos por Servanda que les sirvió un gazpacho fresquito.
—Les dejo aquí los tropezones. Échenselos a su gusto. De segundo les he hecho cebollas rellenas. Espero que le gusten, don Luis.
—Sí, claro. Muchísimo. Ya las probé en su tierra, en Gijón, hace algún verano. Me encantaron.
—Me alegro. Les dejo, que tendrán cosas que hablar. El crío ya está casi dormido. Así que le dejo aquí la campanilla y la hace sonar cuando hayan acabado y les traigo las cebollas.
—Gracias, Servanda.
—A mandar.
—Tienes una joya — comentó don Luis una vez se fue el ama.
—Sí, si no hubiera sido por ella… En fin.
—Bueno, y de qué querías hablarme, Mauro.
—Que me dijeras tú algo sobre el cólico de Madrid. ¿Qué sabes?
—Pues lo que sabe cualquier médico. No voy a aburrirte con estudios ni palabrejas que no entiendas. Todo depende de la cantidad de veneno ingerido. Lo dices por tu vecino, supongo.
—Sí. Tiene a su cargo a la mujer y una hija. Y ahora también a la chica que atendiste en el portal. Está en cama como te dije, y según la señora Casta, su mujer, no está muy acá.
—Eso lo deberé de decir yo después de verle. He hecho un hueco mañana. A eso de los once me pasaré. Pero ya te aviso, estos casos pintan muy mal. Limpiar de plomo y de cobre un organismo es muy difícil. Esos metales son muy dañinos para los órganos vitales. Además se requiere el ingreso en un hospital y un seguimiento muy preciso. Análisis continuos, ya sabes. Y según me parece por lo que cuentas, esa familia no tiene muchos recursos, ¿no?
—Sí, escasos.
—La beneficencia también funciona, pero si no son enfermedades contagiosas, como es el caso, malo… Y aún así, qué te voy a contar. Tú has sufrido lo de tu Adela. La gripe del dieciocho(3) te la arrancó…
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Pronto se arrepentiría Anselmo de haberse enganchado al ejército. Esa vida no era para él. Y más cuando revivía en el comedor, con los chuscos al alcance de la mano, aquella vivencia infantil. Si bien le daban gratis de vestir y de calzar, comida y cama, también le hacían trabajar. A lo primero estaba acostumbrado, pero lo segundo era la primera vez que lo hacía. Y tampoco es que los pertrechos fueran un lujo, porque las alpargatas tampoco servían mucho para andar tanto trecho, y el fusil, más usado que las letrinas del cuartel, ni siquiera disparaba. Pero eso que se ahorraba. Mientras que a todos los compañeros de fatigas les bajó la moral el anuncio de su inminente traslado a Marruecos, a él le pareció que, a lo mejor, ganaba algo. Además, lo vio como una aventura porque, en su corta vida, Anselmo no había salido de Chamberí. Durante la semana anterior al traslado, en el cuartel no se oía ni una mosca. Nadie podía salir a la calle. Y nadie hablaba. Tan solo los que sabían escribir andaban atareados, bien por comunicar a sus familiares la mala nueva que todos sabían de antemano, bien por hacer de escribientes para los analfabetos. Acaso por ello, el Anselmo no se enteró de que iba a una muerte segura. Él no tenía a quien escribir, ni quien le contara. Pocos volvieron de aquella guerra, y los que lo hicieron, no regresaron enteros(4). Lo más llamativo era la uniformidad de la tropa: todos pertenecían a la misma clase social, la más baja. Por ello no había envidias, sino camaradería. Todos menos uno sabían donde iban, así que no hablaban de ello. El futuro del nuevo Raimundo el Bragas se puede asemejar a una condena a muerte sin juicio previo, aunque la pena impuesta se antoje un tanto exagerada. Pero la elección fue suya, como la fechoría cometida. Si bien, el resto de soldados eran inocentes del delito que les llevó hasta allí, que no era otro que el ser pobres. Así, un cinco de julio, Rai para los amigos y sus camaradas, embarcaron rumbo a Melilla. Y este hecho datado, es lo último que se conoce de este joven que cada uno juzgará de una forma. Del conjunto de tropas sí se sabría, engrosarían la larga lista de muertos por la patria, y ellos en particular darían origen a lo que se llamó el desastre de Annual o la derrota más amarga del ejército español.
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Ya con las cebollas rellenas en los platos, don Mauro se sinceró con su amigo.
—Quizá te haya mentido.
—¿Quizá?
—Ya me entiendes. Para mí es muy difícil hablar de esto, Luis.
—¿De qué? ¿Qué es esto? —don Luis enfatizó el pronombre.
—Como tú has dicho, de mi intimidad.
—Lo entiendo, Mauro. Tómate tu tiempo. Así tengo disculpa para pasarme a comer otro día. Esto está riquísimo. Ya se me había olvidado cómo guisa esta mujer.
—No, a lo hecho, pecho.
–¿Y qué has hecho?
—Nada. Esa es la pregunta, ¿debo hacer algo?
—No te entiendo, Mauro. Va a tener razón Servanda, estás de un no sé qué.. Y un que sé yo, que preocupa.
—Verás, la chica a la que hirieron…
—Sí.
—Que estoy hecho un lío. Pensé que en mi corazón ya no había sitio para nadie más. Después de la muerte de Adela… Hasta me ha costado hacer un sitio a Juanín. Y ahora me encuentro con que llaman a mi puerta y… El caso…
—Es que te apetece abrir la puerta de tu corazón a alguien más. A esa chiquilla, ¿no?
—Sí —. Don Mauro dejó los cubiertos sobre el plato y le miró tratando de esquivar la mirada de su amigo.
—No tienes porqué avergonzarte, Mauro. Eres joven y tienes un gran corazón. En él deben de caber muchos. Por otro lado está la idiosincrasia del ser humano. El hombre no ha nacido para estar solo ni esperar en la tristeza. No ofendes a tu Adela al querer a otra persona.
—Pero sólo han pasado tres años.
—Largos. ¿Y qué? ¿Acaso somos animales, el ser humano tiene una temporada de apareo como los ciervos? No, amigo mío, no.
—Ella es muy joven.
—Tú no eres viejo. Y si fuera por eso, la mitad de la nobleza de este país estaría soltera. Treinta y dos años y te ves viejo. Pues cómo me verás a mí que paso de los cincuenta. Bien es verdad que esa es la esperanza de vida hoy en día para nosotros(5), pero…
—Perdona, peo no quisiera que nadie pensara lo que no es.
—¿Y a quién le importa lo que hagas o dejes de hacer? Tus intenciones seguro que son honestas.
—Eso desde luego.
—Pero está embaraza.
—Mauro, déjate de peros. Pero esto, pero aquello, pero, pero… ¡Anda que no le vendría bien a tu hijo un hermano!
—Eso no lo había pensado.
—Pues si te sirve de algo, yo te doy mi bendición, hombre. Eso sí, si la aventura llega a buen puerto, me gustaría apadrinarte.
—No corras tanto, Luis. La chica y sus padres, deberán decir algo, ¿no?
—¿Y qué crees tú que van a decir, hombre de Dios?
—La Gertru lo mismo me ve como un viejo verde…
—Viejo no eres, y verde sí te puedes poner, pero de no salir —. Don Luis dio una palmadita en el hombro de su amigo—. Es broma. Pero como dicen los mexicanos, ¡ándele, cuate!
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Esa tarde avanzó poco la labor. Con poner al día a doña Consuelo de lo acontecido y oír el “sagrado” serial se fue la tarde. Aun así, la patrona quedó contenta y satisfecha. Podría presumir de noticias de primera mano. ¡Cómo se lo iba a pasar el sábado! Sí, el próximo sábado, a pesar del coste, celebraría la merienda en su casa. Estaba decidido. Sólo faltaba redactar y enviar los besalamanos con los que, petulantemente, se invitaban entre ellas. Iba a ser la envidia de sus amigas. Ya se veía sirviendo ella misma el te, que a ninguna gustaba pero quedaba bien, y haciéndose la interesante respecto a lo acaecido en el portal de la señora Casta.
—¿Sabe usted algo de lo ocurrido con sus modistillas?
—Algo me han contado ellas mismas, pero antes, coma usted de estas pastas, son exquisitas. Son de Lhardy. Tiempo tenemos para hablar del populacho.
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Doña Consuelo, hija de guardia civil y viuda de sargento de infantería, aspiraba a ser hija de emperador y esposa consorte. Todo lo que ganaba con la explotación de sus trabajadoras se lo gastaba en ágapes vespertinos con aquellas que consideraba constituían la flor y nata de la sociedad matritense de la época. Aunque en su fuero interno sabía que disfrutaba más al coser y charlar con la Reme y su madre, y ahora también con la Gertru, que con aquellas cotorras engreídas con las que compartía las tardes del sábado durante la merienda, o las mañanas de domingo en el hipódromo de la Castellana.
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Todos soñamos, pero algunos se empecinan en hacer realidad esos sueños, a costa de su propia dignidad. Y más si sueñan con estereotipos del estilo de un príncipe azul, en vez de un caballero de triste figura. La vida es la vida, y los sueños, sueños son. Lejos quedan los deseos de doña Consuelo y de don Mauro. Los unos penetran en la conciencia deformando la estima y los objetivos, los otros modelan una posibilidad de vida, una vía que integra y orquesta una música que todos tarareamos.
[Continuará]
(1) Esta frase, ya en desuso, quiere decir, según el DRAE, por una cosa o por otra. También la cita José María Sbarbi y Osuna dándole a principios del siglo XX el significado de “hacer una cosa justa o injustamente: a todo trance”. También la cita Sebastián de Covarrubias (1539-1613) dándole el significado de “a tuerto y a derecho”. Su origen está en la Roma clásica, allí los días se dividían en fastos y nefastos. Los primeros eran días de ventura, por lo que se usaban para celebrar actos públicos. Por el contario, los otros se consideraban días malos. En esas fechas, por ejemplo, no se celebraban juicios.
(2) Según el DRAE: En las casas de los grandes y señores, dueña que por ser de inferior clase traía tocas más cortas que las principales.
(3) La llamada gripe española en tan solo un año mató a 100 millones de personas en todo el mundo. Fuente Beatriz Echeverri Dávila, La gripe española: la pandemia de 1918-1919, Centro de Investigaciones Sociológicas, (1993).
(4) Algunos historiadores llegan a calcular que sólo en el desastre de Annual perdieron la vida alrededor de trece mil españoles. Ver fuente ABC.
(5) Fuente Universidad de Barcelona. Ver más.
Me ha encantado el capítulo de hoy. Hemos tenido de todo un poco. No me imaginaba que don Mauro tuviera solo treinta y dos años, así que ya le he cambiado un poco el porte en mi mente.
ResponderEliminarLo de la toca corta me pareció muy curioso, y no sé si podemos darle carpetazo al Bragas ya, o puede aparecer todavía más...
Lo del Desastre de Annual lo nombraron no hace mucho en la serie Puente Viejo, que me gusta seguir por las referencias que hacen (en medio de sus historias) a la propia Historia de España, y a las costumbres y decires que encuentro también en tu relato.
Estupendo, J.C., a ver la próxima semana cómo me deja mi historia del domingo, ja, ja. Abrazos
Te vuelvo a dar las gracias, esta vez por hacer tuya esta historia, con toda la razón. Con respecto a las tocas y a las dueñas hay una historia por descubrir. Incluso aseguraría que somos lo que somos por su participación en los días pretéritos. Un beso, y buena semana. Su JC.
Eliminar¿Seguro que se van a Melilla y no a Ceuta?
ResponderEliminarIgual es una errata...
Creí que con la no-entrega a la policía de Anselmo la historia iba a perder fuelle, pero veremos a ver qué pasa con el enamoramiento (que se veía venir) de Mauro y Anselmo en el ejército.
¡Nunca se te acaban las imágenes acertadas!
Tu Cq.
Sí, las tropas españolas que sufrieron aquella derrota partieron hacia Melilla, y no hablo de memoria. Todo lo que es histórico lo documento.
EliminarLa puerta del Anselmo queda cerrada. Es, en este relato, una excusa para no olvidar el maltrato femenino, al que nunca había hecho alusión. Lo mismo me pasa con don Mauro, tampoco había abordado el tema romántico. Es un reto para mí, ya que nunca me ha gustado.Gracias, gorda. Tu cq.
JC ando más liá que un ayuntamiento y por eso la semana pasada no pude leerte ni comentarte pero aquí estoy otra vez, me ha encantado que hayas bautizado al elemento como el bragas.
ResponderEliminarTengo otro dato para tí, el hermano de mi abuela estuvo en esa guerra y no sólo sobrebió ,también participó en la Guerra Civil con el Gobierno de la República, estaba en Ceuta el día del levantamiento, y murió en su camita el 18 de Julio de 1980 se acostó la siesta y no despertó.
Como se había tirado media vida en el ejército de guerra en guerra y trabajando en el campo con su padre, no tenía derecho a pensión y con 65 años se vino a Madrid con su mujer (no tuvieron hijos pero criaron con ellos a un sobrino de su mujer) y se ganó la vida vendiendo churros con una cesta y caramelos en "el campo de las chapas" de Tetuan y cuando se murió dejó a su mujer y a su sobrino una casa y un millón de pesetas en el banco, mi tío abuelo era "un fenómeno"
De esa gente es de la que quiero hablar, la que deseo poner en valor, llevarla al estado de héroes. Ellos sí lo son y no los que nos venden ahora por la televisiones o el Youtube, por las radios o los periódicos. Con esas personas, como tu abuelo, estamos en deuda. Y esa deuda nunca se la podremos pagar.
EliminarGracias, Beatriz. Puedes sentirte muy orgullosa de tus antepasados. Un saludo, su JC.
Ya veo que el Anselmo se va lejos, pero no se nos olvidará lo que hizo, aunque creo que menos se le olvidará a él y me temo que finalmente pagará por ello.
ResponderEliminarMuchas gracias por hacer el esfuerzo por abordar el tema romántico, yo encantada, espero que llegue a buen puerto la historia.
Buen capítulo y buena semana para ti.
Besitos
Para mí es un reto (el tema romántico). Supongo que habrá de todo. Gracias, Amanda., seguro que la semana es buena para todos. Un abrazo, su JC.
ResponderEliminarPues el relato de hoy me ha sabido a poco, sabes ambientar tan bien a cada personaje, que parece que estamos de lleno en el momento, y se hace muy corto,así es que esperando al próximo .
ResponderEliminarFeliz semana.
Chary :)
Estoy de acuerdo contigo, al ser un relato por entregas, puede ser que una a la semana sea poco, pero, entre lo lento que soy pariendo las entregas y que este blog no es mío (jeje), habrá que conformarse. Gracias por todo, Chary, su JC.
ResponderEliminarHola JC, hasta hoy no te he podido leer... pero me encanta!!! Se me hace corto, eso sí todo muy bien ambientado...
ResponderEliminarBesos,
Todos coincidís en los mismo, la cortedad. Habrá que pensar algo para remediarlo. Gracias Ayra. Un beso, su JC.
ResponderEliminarEl relato de esta semana me ha resultado muy emocionante.
ResponderEliminarSe van desgranando algunas incognitas.
A mi todos las entregas, me parecen cortas, quizas por la impaciencia y el querer saber que pasara, ja ja ja, pero es que cuando cojo un libro y me gusta la trama, no puedo parar de leer y claro aqui........, el ritmo nos lo pones tu ........
pero con paciencia ....., (que remedio), ja ja ja, esperaremos a la siguiente entrega.
Quiero darte las gracias por tenernos a todas embobadas con tus relatos, a mi me encantan.
Besos .
Las gracias las debo de dar yo a todas las que me guardáis un ratito de vuestro tiempo. Todas coincidís que os gustaría disponer de mas "material", y si bien yo voy adelantado en las entregas (soy hombre precavido) pensad que prácticamente leéis en tiempo real lo que escribo. Tampoco me gustaría que por impaciente se me colaran más erratas de la que ya se cuelan. Pero consultaré con la almohada a ver qué se le ocurre a ella, jeje. Gracias otra vez, Rubí.
ResponderEliminarNo tengo tiempo de leeer tanto aunque me muero de ganas, me guardo estos relatos de tu JC para en cuanto empiece las vacaciones. Así los leo todos seguidos como si fuera un libro.. Tiene muy buena pinta
ResponderEliminarGracias, _Charo. Espero que te guste. Su, JC.
ResponderEliminar¡Qué regalazo! Bueno, en primer lugar siento no haber podido acudir a la cita del lunes y a ésta casi tampoco, vienen así las cosas. Pese a ello, voy a tocar un par de puntos. Vuelvo a alabar el detalle de las explicaciones y apuntes históricos, que a unas nos aclara y a otras nos recuerda. A mí la expresión "está de un no se qué y un qué se yo", se lo oía decir en raras ocasiones a mi padre y cada vez sonreía en tono anecdótico. Me suena que lo hubiese leído posiblemente en alguna obra de Jardiel Poncela (no estoy segura) y habérsele quedado grabado. Por tanto a mí también.
ResponderEliminarY comentar que en el capítulo anterior la que ha sonreído he sido yo con la descripción de la pobre Gertru. Lo estás bordado J. C.
Hasta pronto.
Dar las gracias parecerá reiterativo, pero es lo que me sale. Nunca había escrito para ser leído, salvo un blog que cerré hace algún tiempo, aunque también lo hacía porque me divertía hablar con un rano de la actualidad. Así que, no estoy acostumbrado a críticas, ni buenas ni malas. Me dan un poco de apuro vuestros elogios, pero los acepto, como aceptaría los adversos. Lógicamente, muchos de mis recuerdos, también son los vuestros. Ahora que está de moda hablar de la consciencia, la colectiva se me hace muy nítida pues la generan esos recuerdos comunes. Hasta pronto, Nita.
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